No hay otra forma de describir la destrucción del Centro de Residencia y Artes Arabesque de Evan Fallenberg en la Ciudad Vieja de Acre sino como algo impactante y pavoroso.

El edificio de la era otomana que Fallenberg y su hijo Micha restauraron durante tres años para convertirlo en un hermoso refugio y hotel boutique fue destruido y saqueado durante una reciente serie de disturbios en ciudades mixtas árabe-judías de Israel.

Fallenberg no duda de que Arabesque fue atacado, al igual que otros negocios de Akko como el restaurante Uri Buri y el hotel Efendi porque son propiedad de judíos pero a pesar de ello con tiene resentimiento ni deseos de reaccionar de otra manera que no sea reconstruir el centro.

“No tengo ni una pizca de ira por esto. Tampoco frustración ni amargura pero no es que lo haya reprimido sino que es lo que sentí desde el primer momento”, le contó Fallenberg a ISRAEL21c.

Una vista del interior de Arabesque antes de la destrucción. Foto: Daniel Hanoch.

 

 

Tres cuartos de hora para destruir todo

El ataque comenzó poco después de la medianoche del 13 de mayo. Dos días antes, alborotadores que intentaban dañar el Arabesque fueron ahuyentados por un vecino árabe que es como de la familia de los Fallenberg.

El Centro Arabesque de Akko la mañana después de los disturbios. Foto cortesía de Evan Fallenberg

“El 11 de mayo nuestro lugar se salvó tres o cuatro veces porque mi vecino y su hijo se sentaron afuera hasta las 4 de la mañana”, relató Fallenberg.

El día de los disturbios, el alojamiento estaba completo. La policía le dijo a Micha Fallenberg, gerente del sitio, que se asegurara de que los invitados permanecieran en sus habitaciones.

A las 7 de la mañana siguiente, él y dos empleados del Arabesque prepararon el desayuno para los invitados en una cocina alquilada en un hotel cercano, y luego todos salieron a salvo.

Evan Fallenberg llegó desde su casa en Tel Aviv y durmió en su estudio de Akko. Por suerte, cuando se desató el infierno más tarde esa noche el hotel estaba vacío.
La policía no quería entrar en la Ciudad Vieja, y el vecino del propietario del Arabesque no podía frenar a la decidida turba compuesta de unos 50 jóvenes, que amenazó con incendiar todo el barrio.

El Centro de Residencia y Arte Arabesque en Akko fue saqueado por alborotadores. Foto cortesía de Evan Fallenberg

“Micha estaba en casa, a cinco minutos de distancia, mirando las imágenes de las cámaras de seguridad hasta que destruyeron el dispositivo. Les tomó unos 15 minutos derribar la enorme puerta principal y 45 minutos destruir todo el lugar”, contó Fallenberg.

De acuerdo con su testimonio, los asaltantes no identificados eran “hombres jóvenes con hormonas alborotadas, personas que no son los mejores estudiantes o que no tienen buenos trabajos, y no tienen mucho que perder. Algunos pueden haber sido de afuera de Akko, pero quienquiera que los dirigiera sabía exactamente a qué lugares atacar”.

Pero a pesar de eso, Fallenberg no creyó que el ataque fuera algo personal. “Sentí una profunda tristeza de que la gente pudiera llegar a este nivel de ira y violencia. Creo que esto viene de dos lugares: el primero es la forma en que la sociedad israelí ha tratado a la población árabe como ciudadanos sin derechos plenos y no siempre bienvenidos. El segundo es que hay problemas que se están enconando dentro de la sociedad árabe y que no están siendo admitidos o tratados de forma adecuada”, indicó.

En ese sentido, el emprendedor expresó que siente que “todos somos culpables por permitir que esto suceda y todos tenemos un papel que desempeñar para mejorar las cosas”.

Quedarse y reconstruir es una decisión

Luego de que el Arabesque fuera destruido, Fallenberg pasó tres días de luto.
¿Quizás se había equivocado con respecto a Akko, una ciudad en la que los árabes musulmanes y cristianos comprenden más de un tercio de los 50.000 residentes?

“¿No era real lo que pensaba de que reinaba el amor y el respeto genuinos? ¿Quién me creía que era al entrar en un lugar tan extraño?” se preguntó.

Vista de los daños en Arabesque en Akko. Foto cortesía de Evan Fallenberg

“Pero lo que escuché de los vecinos durante los días siguientes me demostró una y otra vez que soy una parte tan importante de lo que sucede aquí. Fue entonces cuando tomé mi decisión, y mi hijo lo hizo por separado, de quedarme para reconstruir y seguir siendo parte de este lugar del que ambos nos hemos enamorado”, manifestó Fallenberg.

Los Fallenberg lanzaron una campaña de financiación colectiva en para recaudar 300.000 shekels (algo menos de USD 100.000) para comenzar a reconstruir el Arabesque.

Si bien el Gobierno les dará una compensación porque el hecho fue considerado un acto de terrorismo, aún no se no sabe cuándo ni cuánto.

En pocos días, unos 500 donantes habían contribuido con más de la mitad de la cantidad solicitada.

Una habitación en el Centro Arabesque antes de que fuera destruida. Foto: Daniel Hanoch.

Cambio en el aire

Nacido en EEUU, Fallenberg es un escritor, traductor y profesor de literatura inglesa en la Universidad de Bar Ilan. Tras los dramáticos hechos, el académico siente que este momento crucial en la historia de Israel y la suya propia.

“Hubo momentos durante la pandemia en que me caí muy bajo. El día del incendio y la destrucción me di cuenta de que no me había sentido tan mal desde entonces. En los días de cuarentena me aislaron de las personas que amo y de todas esas pequeñas interacciones diarias en las que prospero. Cuando esto sucedió, fue todo lo contrario: la conexión entre los seres humanos fue abrumadora”, afirmó.

Su publicación del 14 de mayo en Facebook tuvo una fuerte repercusión. De allí, dijo, surgieron muchas conversaciones con amigos y vecinos árabes.
Y leyó reacciones de todo el mundo a la campaña de financiación colectiva.” Escuché de personas que querían venir y ayudarnos a limpiar. Es extraordinario y eso me está animando”, expresó.

En ese sentido, Fallenberg dijo que percibe “una fusión, un resurgimiento, una reunión de personas que creen que podemos compartir nuestras vidas de manera más equitativa”.

La vuelta de los visitantes

Fallenberg no sólo está ansioso por restaurar el Arabesque sino también por agrandar su oferta, incluida la programación para los locales.
Así es como cree que los visitantes judíos volverán.

El hombre describió que en 2008, la última vez que hubo violencia por motivos raciales en Akko, los comerciantes del mercado (shuk) al aire libre tardaron un año y medio en recuperar su negocio pero que no creía que eso fuera a suceder ahora.

El Centro Arabesque en tiempos mejores. Foto: Daniel Hanoch.

“En 2008, casi no había dónde dormir en Akko. Era un lugar al que mucha gente LE tenía miedo. En el último años, especialmente cuando la gente no podía viajar al exterior por el COVID-19, los judíos israelíes descubrieron mejor a Akko y la amaron porque el ambiente aquí es único. Todos son muy amables y acogedores”, narró Fallenberg.

Y concluyó: “Creo que la gente recordará que aquí  hubo algo muy positivo, ese ‘algo’  que sintieron y que los hará volver. Ya hemos tenido personas que nos han escrito para decirnos: ‘Quiero estar entre vuestros primeros huéspedes’”.

Pronto comenzará la reconstrucción del Centro Arabesque de Akko. Foto: Daniel Hanoch.