Para Myasar Khamaisy, de 44 años, su relación con Sindyanna comenzó con el síndrome del nido vacío.
Era 2015 sus tres hijas se habían ido de la casa para estudiar en la universidad y ella no tenía nada que hacer y sabía que para conseguir un trabajo tenía que mejorar su hebreo.
Así, se inscribió en un curso de hebreo ofrecido por Sindyanna en Kafr Kanna, su pueblo ubicado en la Galilea en el norte de Israel.
Luego tomó un curso de cestería y se volvió tan experta en tejer cestas de bambú y hojas de palma que hoy imparte clases instructivas tanto en árabe como en hebreo.
Khamaisy fue una de las primeras mujeres del pueblo en asistir a cursos en Sindyanna. A lo largo de los años, han participado cientos de mujeres, tanto árabes como judías pero sí, ella fue pionera.
Desde 1996, Sindyanna, una organización sin fines de lucro única, reúne a mujeres de diferentes orígenes, promueve el comercio equitativo, crea oportunidades económicas para las mujeres árabes y ayuda a agricultores y productores locales.
Una mañana reciente, mientras la cronista de ISRAEL21c en Español conducía hacia el centro de visitantes de Sindyanna, una cabra deambulaba por un estacionamiento en un pueblo cercano.
Es que aunque la sede de la ONG está ubicada en la zona industrial de Kafr Kanna, dentro del centro hay un sentimiento tranquilo y pastoral.
En las predes cuelgan fotos de olivares y granjeros locales, obras de arte de mujeres judías y árabes y estantes llenos de aceite de oliva, jabones caseros y productos locales como el jarabe de algarroba junto a algunas de las cestas tejidas que Khamaisy y otras mujeres han hecho.
“Todos estamos conectados”
Durante la visita de ISRAEL21c en Español, dos grupos del programa Birthright para jóvenes judíos del extranjero se encontraban allí para conocer las actividades de Sindyanna y preparar zahatar, o hisopo, mezclado con semillas de sésamo y especias, para llevar a EEUU.
Nadia Giol (51), codirectora y facilitadora del grupo de Sindyanna, les dijo a los visitantes de Birthright: “Todos estamos conectados. Lo que sucede en Europa, Israel y EEUU nos afecta a todos”.
Además, Giol les contó que su propia historia corre en paralelo a la de Sindyanna. Ella nació en “la sombra del conflicto”: sus padres eran del pueblo de Saffuriyyeh, ahora parte del parque arqueológico nacional Tzipori.
Luego de casarse con un español que estudiaba en la Universidad Hebrea de Jerusalén (él es cristiano y ella musulmana), vivió dos años en España donde pensó que su implicación en los conflictos de Israel “habría terminado”.
“Pero cuando estás lejos, tus problemas se hacen más grandes”, afirmó Giol, que con su esposo regresaron a Israel y se establecieron Nazaret.
Allí se volvió activa en grupos multiculturales pero, según reveló, “hablaban más que trabajaban”.
Ante ese contexto, se formó para convertirse en facilitadora de grupos no violentos con el objetivo de cambiar las cosas a través del trabajo social y la educación.
De ese modo, en 2015 comenzó a trabajar en Sindyanna. “Desde el principio me sentí como en casa porque es una organización donde promovemos la paz, trabajamos por el medio ambiente y hacemos cambios”, manifestó.
Kendall Simons, una de las participantes de Birthright, indicó que la historia de Sindyanna y su misión le parecieron muy conmovedoras, “especialmente la idea de enriquecer nuestras vidas al coexistir con otras culturas porque, como dijo Giol, creamos fronteras en nuestras mentes. Si podemos crear fronteras, también podemos derribarlas’”.
Beneficiar a las personas y a la sociedad
Antes de empezar a estudiar en Sindyanna, Khamaisy no conocía mujeres judías. Esto cambió y hoy tiene amigas que lo son y todas se visitan en sus casas.
Cuando ISRAEL21c en Español le preguntó cómo se siente su esposo acerca de su participación, Khamaisy respondió: “Cuando llega después del trabajo y la casa está limpia y tiene comida, está feliz. Ya sabemos cómo son los hombres”.
Hadas Lahav es codirectora de Sindyanna, espacio que cofundó en 1996 después de los Acuerdos de Oslo con la idea de beneficiar a las personas y la sociedad en ambos lados (palestino e israelí).
Al compararlo con una empresa nueva, Lahav afirmó que la organización aporta dinero a las mujeres árabes porque toman “materias primas y las convierten en productos básicos”.
El año pasado, Sindyanna les enseñó a 30 mujeres a instalar sistemas hidropónicos en sus casas. Algunas de ellas hoy ya venden tomates, zanahorias y lechugas que cultivan en sus hogares.
“Tratamos de difundir la idea de la conciencia ambiental”, remarcó Lahav.
A pesar de los complejos hechos sobre el terreno, Lahav indicó que al final los “pequeños logros de Sindyanna crearán algo diferente. La capacidad de convivencia no es ingenua, es imprescindible. El hecho de que haya interacciones entre las comunidades judía y árabe es muy importante”.
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