La casa de piedra, desgastada por el tiempo, estaba descuidada y en mal estado. Sin embargo, cuando el premiado novelista y traductor israelí Evan Fallenberg vio fotos del inmueble hace dos años en el sitio web de una agencia de finca raíz, fue a visitarlo y decidió comprarlo y restaurarlo.
Ahora, el edificio, que data del período otomano, situado en la Ciudad Vieja de Acre, o Akko, en la costa norte de Israel, inicia una segunda vida como institución llamada Arabesque: Residencia para las Artes.
El inmueble, de 300 mts. cuadrados de superficie y de varios siglos de antigüedad, tiene tres unidades residenciales que pueden arrendarse para períodos cortos o largos de vacaciones, y un salón para eventos literarios, artísticos, musicales y culinarios en inglés, hebreo y árabe.
Una de las razones por las que Fallenberg escogió el nombre de “Arabesque”, tras pensarlo durante varios meses, es que se puede pronunciar fácilmente en los tres idiomas.
Fallenberg también cree que Arabesque puede servir para jornadas de retiro para escritores, traductores y otros artistas de varios países.
Ejemplo de coexistencia
La Ciudad Vieja de Acre está habitada casi exclusivamente por árabes musulmanes.
“Estar en un vecindario completamente musulmán me intrigaba”, le dijo Fallenberg a ISRAEL21c. “Vivo en un país donde judíos y musulmanes siguen segregados de muchas formas, y desde hace mucho tiempo me parecía que si no soy parte de la solución, entonces soy parte del problema”.
Seleccionó a propósito un equipo mixto de musulmanes, cristianos y judíos de la zona para restaurar el edificio y devolverle su antiguo esplendor. En la entrada colgó fotografías de quienes trabajaron en el proyecto: el arquitecto, los albañiles, el maestro solador, los carpinteros, que son padre e hijo, dos hermanos de Tel Aviv que prestaron su colección de muebles antiguos, y muchos más.
“Ha sido una labor realizada con amor por cada uno de los que han trabajado aquí”, dijo Fallenberg, nacido en Estados Unidos y residente de Israel desde hace más de 30 años. Obtuvo parte de los fondos para el proyecto en una campaña de financiación colaborativa y el resto salió de su bolsillo.
Los artistas que quiere invitar a Arabesque representarán la diversidad cultural de Israel, como lo son sus directores.
“Aunque docenas de personas han hecho de Arabesque una realidad, somos cuatro los que colaboramos más estrechamente en el trabajo diario: mi hijo Micha y nuestro vecino Maharan serán codirectores; la madre de Maharan, Khayet, será ama de llaves; y yo seré el responsable de la programación artística”, dijo Fallenberg.
Hace algunos meses, un viernes por la tarde, en medio de una serie de ataques a cuchillo perpetrados por árabes en Israel, los vecinos de Arabesque, que son árabes, invitaron a comer a Fallenberg y a su hijo.
“El padre de la familia, Muhammad, le pidió a su hija que tomara una fotografía y la diera a conocer al mundo entero para que viera a judíos en casa de musulmanes”, dijo Fallenberg. “Eso me impresionó de muchas formas. Ese día vine a Acre sin ningún temor. Me siento en casa allí. La gente me conoce y conocen mi casa”.
Punto de encuentro para la creatividad artística
Acre, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una de las ciudades más antiguas del mundo continuamente habitada y ha acogido a docenas de civilizaciones y legendarios visitantes, como Alejandro Magno, Cleopatra, Marco Polo, Napoleón y el rabino español Moshe ben Nachman.
“Es un espléndida ciudad antigua de callejones empedrados junto al mar y sobre una línea de tren”, dijo Fallenberg. “Parece que me hablara”.
Profesor de escritura creativa y traducción literaria en varias instituciones de todo el mundo, Fallenberg ha dirigido talleres literarios en los estados de New Hampshire y Vermont, en Estados Unidos, y Suiza. “Esos tres lugares estaban bastante apartados, pero Arabesque está en el corazón de la Ciudad Vieja, donde no se ve una brizna de hierba en muchos metros a la redonda”.
Pero cree que sus colegas encontrarán inspiración en los muros de piedra del edificio, los azulejos artísticos, los altos techos abovedados, los arcos de arabescos tallados en madera, el patio y un magnífico salón con un piano de cola.
No lejos de la casa se encuentran el viejo mercado, el mar Mediterráneo, cafeterías, bazares, un baño turco y los famosos Jardines Baha’i.
“No hay nada comparado con la oportunidad de alejarse de la vida normal y enfocarse en el arte”, dijo Fallenberg. “Uno produce más y mejor trabajo”.
Además de programar encuentros poéticos y de traducción, conciertos, clases magistrales, exposiciones de arte, grupos para hablar de libros y demostraciones culinarias, Fallenberg planea organizar anualmente un programa intenso de conversación en árabe de un mes de duración.
“No quiero pensar en la cultura como una expresión con base religiosa”, dijo Fallenberg. “El problema es el idioma. Por eso, tendremos eventos que serán de interés para todos, y voy a ofrecer clases de escritura en inglés, hebreo y árabe”.
Su objetivo es convertir a Arabesque en un punto de encuentro que sea seguro y agradable en el camino hacia la paz. “He recibido asombrosas respuestas sobre lo inspirador que es esto y de la esperanza que le da a la gente”, dijo.
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