Cuando el arquitecto y urbanista Tareq Nassar (38) mira hacia el este de Jerusalén no solo ve la densa expansión de la ciudad sino que su foco apunta a los miles de techos sin uso y en cómo estos podrían transformarse en espacios verdes que proporcionen un entorno perfecto para el cultivo de abejas.

Esta visión lo llevó a crear el Centro Sinsila para la Sustentabilidad Urbana con el cofundador judío israelí Liel Maghen, un educador social que trabaja en el grupo de expertos del Foro para el Pensamiento Regional (FORTH).

Ambos se conocieron hace cinco años cuando Maghen trabajaba en Jerusalén y buscaba proyectos que pudieran unir a las comunidades judía y árabe en asociaciones sustentables.
Nassar y Tareq comenzaron con pequeños programas de aprendizaje y crecieron hasta formar grupos de trabajo en toda la ciudad.

El primer paso para establecer el proyecto se dio cuatro años atrás cuando iniciaron la búsqueda de un espacio que atrajera a la comunidad y demostrara lo que se podía lograr en los techos y patios de sus propias casas.

El ejemplo más perfecto fueron las terrazas vacías de la Biblioteca Central pública del este de Jerusalén, que parecían la opción perfecta y pronto se transformaron en un jardín comunitario con colmenas.
Luego se instalaron aulas en ese edificio para enseñar apicultura biodinámica.

Una clase en el Centro Sinsila en Jerusalén. Foto cortesía del Centro Sinsila

Llamada así por los muros de piedra natural que evitan la erosión del suelo en las montañas donde se cultivan olivos, uvas, almendras y plantas de temporada, Sinsila ya capacitó a 115 mujeres que ahora tienen al menos dos colmenas cada una en funcionamiento.

La Cooperativa de Apicultura de Mujeres de Jerusalén les paga de acuerdo con su suministro de miel.
A cambio, la cooperativa recolecta, produce, comercializa y vende miel pura y cosméticos y velas a base del rico alimento.

En 2023 200 mujeres más comenzarán el curso pero el objetivo fijado para 2024 es de 544 apicultoras con al menos 1.000 colmenas.

Actualizar rincones descuidados de Jerusalén

Este año, Nassar y Maghen recibieron el Premio IIE Victor J. Goldberg para la Paz en el Medio Oriente, un galardón anual que en esta oportunidad “reconoce el sobresaliente trabajo realizado en conjunto por un árabe y un judío, que activan juntos para promover la causa de la paz en Oriente Medio”.

El mismo Goldberg indicó: “Creemos que es más importante que nunca compartir historias de éxito de base para que puedan alentar e inspirar a otros. Si bien no existe una solución mágica, una fuerza positiva es animar a las personas a vivir y trabajar juntas para lograr objetivos mutuos, aprender a convivir juntas para lograr objetivos conjuntos, comenzar a confiar y depender unos de otros para el bien común”.

Nassar, licenciado en arquitectura de la Universidad Bir Zeit en Ramallah y con una maestría en planificación urbana de la Universidad de Stuttgart, expresó que prefiere hablar de acción y no de ideales: “Cuando uno mira el plan maestro de Jerusalén Este, los desafíos parecen insuperables. Aquí, cada 10.000 habitantes hay acceso a un espacio verde a menos de un kilómetro de las casas. En el oeste de la ciudad el número cae a 500 personas por espacio verde. Mi objetivo es dar pequeños pasos a la vez a través de la creación de lugares, lo que traduce en encontrar rincones descuidados y actualizarlos”.

Mientras vivía en Alemania, Nassar se enteró de la creciente popularidad de la apicultura en los tejados de las ciudades.

A su regreso a Jerusalén, donde pasó su infancia en el barrio de Ras al Amud y el Cuarto Musulmán de la Ciudad Vieja en el seno de una familia de 10 niños, Nassar estaba seguro de que la idea podía utilizarse como herramienta de desarrollo económico y para acercar a las comunidades.

Así, el arquitecto se conectó con Yossi Aud, especialista en apicultura biodinámica que durante años impartió cursos a través de Muslala, una organización sin fines de lucro establecida por artistas, residentes y activistas comunitarios del barrio de Musara en la costura del oeste y el este de Jerusalén.

Nassar y Maghen -estratega intercultural- se asociaron con Aud y Matan Israeli de Muslala para crear Sinsila.

Captura de pantalla de Tareq Nassar de Sinsila Center.

Mejorando la vida familiar

Según Nassar, la apicultura no es una ocupación tradicional en los hogares palestinos pero “los techos alguna vez fueron una parte importante de la vida familiar, especialmente como un lugar fresco para descansar en las calurosas noches de verano”.

Con un desempleo femenino en el este de Jerusalén de alrededor del 80 por ciento, Nassar confiaba en que la idea de recibir un ingreso por el cual no tuvieran que salir de sus hogares sería un gran incentivo.

“Las mujeres estaban desesperadas por encontrar una fuente de ingresos y las abejas son una propuesta fácil de vender. No necesitan mucho mantenimiento, no mucho más que una hora cada semana. De una pequeña colmena de madera es posible obtener de 40 a 50 kilogramos de miel al año. Las abejas trabajan casi todo el año, excepto en invierno, y durante el día”, explicó Nassar.

Una apicultora en el proyecto Sinsila. Foto cortesía del Centro Sinsila

Al comienzo del programa en 2018, Nassar hizo un colorido volante y lo distribuyó por todo el este de Jerusalén.
Si bien muchas mujeres admitieron más tarde que inicialmente sus maridos no las apoyaban -sobre todo porque desconfiaban de las picaduras de abejas- más de 100 solicitaron participar en el proyecto piloto. Finalmente 15 fueron elegidas.

“Cada noche durante dos meses llevábamos colmenas a los hogares de todo el este de Jerusalén. Solo podíamos colocar tres a la vez en nuestro automóvil. Vimos muchos techos que ni siquiera tenían una sola silla o planta. Ahora recibimos fotografías de familias que disfrutan estar juntas en la azotea y de maridos que también ayudan a sus esposas. No solo estamos cambiando los techos sino también dando a las mujeres un empoderamiento económico y mejorando la vida familiar general”, relató Nassar.

Las colmenas son lo suficientemente pequeñas como para caber en las terrazas de los apartamentos. Foto cortesía del Centro Sinsila

La esperanza sigue a la acción

Mientras tanto, Sinsila se convirtió en un verdadero centro comunitario con una cafetería, un programa de intercambio de idiomas, lecciones de guitarra e incluso un curso de permacultura.

“El trabajo con Tareq fue y es una gran inspiración. Él está dedicado a su trabajo y puso todo su esfuerzo en esta causa mayor de apoyo a la comunidad. Asociarme con él me enseñó a poner las necesidades de la gente local y la voz de mi socio palestino en el centro de la mesa”, dijo Maghen

Mientras tanto, una iniciativa similar crece en el barrio Abu Tor, en el este de Jerusalén, con la adición de un taller de carpintería para hacer las colmenas de madera.

Después de haber estudiado y trabajado en Europa, el norte de África, EEUU y Oriente Medio (incluido El Cairo, densamente poblado, contaminado y congestionado de tráfico), Nassar explicó que si bien se pueden encontrar paralelos e inspiración en todo el mundo, es importante observar cada comunidad de forma individual y no solo aplicar el modelo de “copiar y pegar”.

Mientras vive en el barrio de Beit Hanina en el noreste de Jerusalén con su esposa y sus dos hijos pequeños, Nassar aseguró estar más convencido que nunca de que lo que su ciudad necesita es “acción más que esperanza porque esta seguirá a la acción”.

Sinsila es prueba de su filosofía.

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