Cuando se pulsa un interruptor de luz, la oscuridad desaparece. Es que en los últimos cien años la luz eléctrica ha sido milagro que generó un cambio definitivo en la productividad y seguridad humana.

Sin embargo, la intensidad y magnitud de la luz artificial nocturna interior y exterior (ALAN) tiene un lado oscuro: alterar los ciclos naturales de luz y oscuridad puede tener efectos peligrosos en los ritmos biológicos de las personas, los animales y la vegetación.

Los científicos ya descubrieron que la luz artificial nocturna tiene un impacto en el metabolismo humano y genera trastornos del sueño, obesidad, diabetes y ciertos tipos de cáncer. Esto es especialmente preocupante para los trabajadores del turno noche como enfermeras y auxiliares de vuelo.

En junio de 2019, un grupo de trabajo convocado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer concluyó que el trabajo en turnos de noche probablemente sea cancerígeno para los humanos.

También se halló que ALAN interrumpe gravemente la actividad reproductiva de animales que van desde los corales hasta los grillos.

En la orilla del mar, la luz de la noche resulta potencialmente mortal para las crías de tortugas marinas ya que las desorienta y expone a a los depredadores mientras se dirigen al agua. También puede desviar a las aves migratorias y hacer que choquen con objetos luminosos.

Incluso el desarrollo de las plantas se ve afectado al alterar el momento de la polinización, floración y caída de las hojas.

“Las plantas y los animales, incluidos los humanos, tienen relojes biológicos. El momento de los diferentes procesos depende de las señales de luz y oscuridad, que cambian según las latitudes y las estaciones. La exposición a ALAN causa mucho daño a estos relojes internos”, indicó el profesor Noam Levin de la Universidad Hebrea.

Contaminación lumínica

Otro problema es que ALAN provoca una “contaminación lumínica” que oscurece el cielo nocturno.

Keren Levy, investigadora de la Escuela de Zoología y del Museo Steinhardt de Historia Natural de la Universidad de Tel Aviv, estima que más del 80 por ciento de la población mundial vive bajo la contaminación lumínica.
Y ese número aumentará, ya que el uso de la luz por la noche aumenta un cinco por ciento cada año.

El profesor Noam Levin de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Foto cortesía de Noam Levin

“Llamamos contaminación a algo cuando agregamos material o energía que puede existir naturalmente, pero de una manera que genera impactos negativos”, dijo Levin, que estudia a ALAN como indicador de la actividad humana y como fuente de contaminación lumínica.

En ese sentido, el especialista expresó a que debido a que es un fenómeno nuevo, tomó un tiempo notarlo, a diferencia de la contaminación del agua o del aire.
Los astrónomos notaron por primera vez a principios de la década de 1970 que la contaminación lumínica amenazaba su capacidad para realizar observaciones del cielo por la noche.

“¿Por qué debería importarnos esto? Hasta no hace mucho, las estrellas servían como nuestro GPS y nuestro reloj. También son una fuente de inspiración. Para entender nuestro lugar en el universo, llevamos a cabo mucha investigación básica en el espacio y la astrofísica, y eso significa que debemos ser capaces de hacer observaciones. En el cielo oscuro natural quizás es posible ver 5.000 estrellas y la Vía Láctea. En las ciudades, la contaminación lumínica es tan mala que no podemos ver la Vía Láctea ni muchas estrellas, por lo que nuestra experiencia de la naturaleza se ve privada”, explicó Levin.

El profesor Noam Levin tomó esta foto hemisférica en Jerusalén para demostrar varias fuentes de luz y las pocas estrellas visibles en la ciudad.

Las dos caras del LED

La luz artificial en la noche puede haber sido un problema durante años, pero desde 2014, cuando tres científicos japoneses compartieron el Premio Nobel en 2014 por inventar las bombillas LED (diodo emisor de luz) azules, el problema se ha intensificado.

Los LED son hasta un 90 por ciento más eficientes energéticamente que las bombillas incandescentes, fluorescentes o halógenas, pero pueden causar estragos en nuestra salud, explica Levin.

“Cuando los fotorreceptores (células ganglionares) de nuestros ojos se exponen a la luz azul, nuestro cerebro entiende que ahora es de día. Esto afecta la secreción de la hormona melatonina que gobierna muchos procesos corporales. En los hospitales, se necesita luz brillante por la noche para que los trabajadores de la salud permanezcan alerta, y el LED es una forma de lograrlo”, dijo Levin.

De acuerdo con su visión, las luces de las calles y los faros de los automóviles están cambiando a LED. Estas causan un alto deslumbramiento y muchos tipos de bombillas LED emiten una luz azul significativa, por lo que se necesita repensar esa política.

Los faros LED emiten mucha luz. Foto: Mike/Pexels

“La buena noticia es que en comparación con otros tipos de contaminación, la lumínica es relativamente fácil de manejar porque no persiste en el aire o el agua”, explicó el científico.

Estos son los 10 consejos de Noam Levin para reducir el impacto negativo de la luz artificial durante la noche.

  1. Salir al aire libre bajo el sol todos los días si es posible. El ritmo circadiano depende de la exposición a la luz solar durante el día no menos que a la oscuridad durante la noche.
  2. Para disminuir la exposición a la luz azul por la noche, comprar bombillas LED “blancas cálidas” o amarillas. Buscar el CCT (temperatura de color correlacionada) en la caja y elegir focos de entre 2.700 o 3.000 Kelvin.
  3. No comprar bombilla más brillante de lo que realmente se necesita. Una iluminación más suave es adecuada para la mayoría de los entornos domésticos.
  4. En lugar de luces de globo LED para exteriores o farolas que iluminan hacia arriba, las personas y las comunidades deben elegir luces LED de 2.700 CCT dirigidas hacia abajo.
  5. De vivir en un lugar con alumbrado público brillante, instalar persianas opacas en las ventanas del dormitorio para evitar trastornos del sueño.
  6. En el dormitorio, deshacerse de todas las pequeñas luces LED que emanan de dispositivos electrónicos como relojes, cargadores y tabletas.
  7. Para leer libros en papel antes de ir a dormir, usar una luz amarilla cálida para iluminar las páginas. Para leer libros electrónicos, configurar la pantalla en modo nocturno y elegir un tono amarillo o naranja, o simplemente abstenerse de mirar las pantallas una o dos horas antes de acostarse.
  8. Cuando se compra un automóvil, preguntar si es posible elegir faros LED menos potentes. Levin dice que si hay suficiente demanda del público, los fabricantes de automóviles pueden ofrecer opciones que contribuyan menos a la contaminación lumínica. “Iluminamos nuestro mundo cada vez más porque podemos. Supongo que debido a que los fabricantes de automóviles pueden instalar potentes faros LED, lo hacen sin pensar en el alto deslumbramiento que causan estas luces”, indicó.
  9. No dejar luces encendidas toda la noche en la casa. Si hay que mantener algunas luces encendidas, usar un interruptor de atenuación o una luz nocturna naranja/roja.
  10. Apagar las luces, interiores o exteriores, cuando no se necesiten. Esto ahorrará dinero y ayudará a preservar los ritmos circadianos naturales.