Cuando Daniel Rudasevski y Rafael Museri, antiguos promotores inmobiliarios israelíes llegaron en 2007 a Pedasi, un pequeño pueblo de pescadores a cuatro horas de la ciudad de Panamá con unos 5.000 habitantes, encontraron hermosas playas y sólo dos restaurantes. De inmediato se dieron cuenta de que tenía potencial.

“Volvimos a Israel y recaudamos fondos entre amigos y familiares”, dijo Rudasevski, nacido en Tel Aviv. “Compramos muchas propiedades, casi dos millones de metros cuadrados en la zona, algunas en la playa, otras en las montañas y también espacios de uso comercial. Comenzamos a desarrollar el pueblo sin saber realmente lo que estábamos haciendo”.

No se imaginaron que la primera cafetería que abrieron en la ciudad pronto se convertiría en restaurante, luego en hotel y, finalmente, en las oficinas de Selina, el grupo hotelero mundial que fundaron en 2015.

La compañía nació después de que vieran el éxito que tuvo el modelo de Panamá, que fuera el primer establecimiento. Ahora la compañía maneja 24 en ocho países de América Central y del Sur. Se planean más.

Los socios obtuvieron 95 millones de dólares en una ronda de financiación de serie B para invertir en Norteamérica y Europa, que ha sido encabezada por Abraaj Group. También han invertido Sir Ronald Cohen (fundador de Apax), Gigi Levi-Weiss y Adam Neumann, cofundador y jefe ejecutivo de WeWork.

El turista ha cambiado

Ya sea en el centro de la Ciudad de México, en una playa de Nicaragua o en las selvas de Costa Rica, los viajeros van a Selina porque combina la sociabilidad de un albergue, la comodidad y el estilo de un hotel elegante y las experiencias de un lugar para retiros.

“No somos desarrolladores inmobiliarios, somos desarrolladores comunitarios”, dijo Rudasevski,.

Daniel Rudasevski, cofundador de Selina. Foto de Yarrow Kraner.

En la mayoría de los casos, Selina compra hoteles y edificios de oficinas existentes y en un plazo de tres a seis meses, con la ayuda de diseñadores, artistas y artesanos, los adapta para reflejar el estilo de la compañía. El proceso ayuda a crear relaciones con los habitantes de cada lugar, incluso antes de que llegue el primer huésped.

“Hoy un turista no quiere sentirse como turista. En el pasado, iban a donde iban otros turistas, pero ahora es todo lo contrario. Todo el mundo quiere ver dónde están los lugareños y comer la comida local”, dijo Rudasevski a ISRAEL21c.

Agregó: “Cuando construimos un establecimiento pensamos cómo lo usará la gente del lugar. Si va, sé que tendrá éxito”.

Suite para dos personas en Selina San José, Costa Rica. Cortesía.

La compañía le sugiere a empleados y clientes que aporten algo a las poblaciones en las que trabajan y que visitan. A través del programa de voluntariado de la empresa, Selina Gives Back, cada empleado dedica un 2% de su tiempo de trabajo cada mes a proyectos como clases de inglés y arte, o a limpiar una playa, donde la haya. Las oportunidades de voluntariado para los huéspedes se organizan a través del administrador de cada establecimiento.

Recientemente, el equipo de Selina en Colombia fue a una residencia de ancianos para enseñar a los residentes cómo usar Skype para mantenerse en contacto con familiares lejanos.

Rafael Museri, cofundador de Selina. Foto de Yarrow Kraner.

Con una posición única en el mundo de la industria hotelera, Selina tiene como objetivo atender al “viajero social”, a quien Rudasevski describe como alguien que busca conectarse con gente y experiencias mientras viaja.

Ya sea en el centro de bienestar (que ofrece clases de yoga, danza y artes marciales), haciendo surf, en los espacios de trabajo colaborativo y las áreas de cocina común, los huéspedes de Selina pasan la mayor parte del tiempo con otros.

Tipi para dos personas en Selina La Fortuna, Costa Rica. Cortesía.

Variedad de huéspedes

La filosofía de Selina está en un punto intermedio entre un hotel de lujo, donde el servicio a veces puede ser excesivo, y un alojamiento como los de Airbnb, donde el servicio a menudo no existe, explicó Rudasevski. En los establecimientos del grupo hay dormitorios con 10 literas que cuestan 10 dólares por noche, junto a suites privadas que van desde 80 a 300 dólares por noche, dependiendo de la temporada.

A pesar de que la clientela está, principalmente, entre los 35 y 40 años, los huéspedes pueden ser familias jóvenes con dos hijos o parejas de 50 años, dice Rudasevski.

La filosofía de trabajo compartido y de convivencia de Selina también atrae a nómadas digitales, jóvenes profesionales que viajan al mismo tiempo que trabajan, gracias a dispositivos digitales.

Espacio de trabajo compartido en Selina Puerto Viejo, Costa Rica. Cortesía.

La oficina de investigación y desarrollo de la compañía, que tiene sede en Tel Aviv, está desarrollando una aplicación que permitirá que los clientes vivan en uno de sus establecimientos durante un año o incluso más, dijo Rudasevski. “Es como una casa y la tendrá en el lugar que quiera”.

Selina planea abrir su primer establecimiento en Israel este año, además de otros en las ciudades estadounidenses de Miami, Nueva York, Austin, Los Angeles, San Diego y Filadelfia. En los planes figuran también Portugal, Polonia, París, Hungría y el Reino Unido.

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