Era 2017 y Fabian Bulugu, especialista tanzano en desarrollo comunitario y ambientalista, había comenzado su maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Para aprovechar su tiempo libre decidió aprender cómo los israelíes hacen magia en el desierto.

“Tenía mucho interés en la agricultura, porque los israelíes vinieron a Tanzania en la década de los 70 para ayudarnos a cultivar en el lago Victoria con sus tecnologías de riego”, dijo a ISRAEL21c. “Visité los lugares donde estuvieron y los agricultores están aún agradecidos con ellos”.

Se enteró de un proyecto de jardinería hidropónica en el Jardín Botánico de Jerusalén dirigido por Kaima, organización sin ánimo de lucro que usa la agricultura orgánica para darles un incentivo económico a los jóvenes que han abandonado la escuela secundaria y un nuevo comienzo para sus vidas.

“Me fascinó ver lo comprometidos que estaban los muchachos”, agregó.

Comenzó como voluntario yendo una vez por semana y luego continuó en Kaima Beit Zayit, la granja principal de la organización que ahora tiene otras cuatro granjas “hermanas” en otras partes de Israel.

Inspirado por el exitoso trabajo del fundador de Kaima, Yoni Yefet-Reich, Bulugu ahora está al frente de una granja hermana en Tanzania, que opera en coordinación con ONGs locales e internacionales.

Bulugu modificó el modelo para adaptarse a la situación de su país natal, que tiene una población de 55,5 millones de habitantes.

“En Tanzania, la educación sólo es obligatoria hasta los 15 años, por lo que realmente no hay abandono escolar”, explicó.

“Tenemos problemas diferentes, especialmente con el desempleo juvenil a partir de esa edad, o sea tras finalizar la escuela primaria. No tienen los conocimientos que los preparen para una profesión. Así que quería traer un regalo de Israel para capacitar a esos jóvenes”.

Tanzania tiene abundancia de lagos, ríos y tierras cultivables, perfectas para la agricultura. Además de tomates, Bulugu planea sembrar maíz, arroz y girasoles en la granja.

“Una vez que los jóvenes aprendan los principios básicos de la granja, que demorará aproximadamente un año, queremos ayudarlos con microcréditos y orientarlos para que puedan poner en marcha sus propias granjas y otros jóvenes puedan aprender de ellos.”

Aspecto de un cultivo. Cortesía.

Registró la ONG en Tanzania, consiguió un terreno, obtuvo las certificaciones necesarias y reclutó a cuatro miembros más para poner a funcionar la granja y darla a conocer.

A principios del año regresó a Israel para completar un título en Estudios de Desarrollo Comunitario Glocal (Glocal es la combinación de global y local) y finalizar su capacitación en Kaima Beit Zayit.

Yefet-Reich lo acompañó a reuniones en la Agencia Judía, Tevel b’Tzedek y otros potenciales socios para tratar de despertar su interés en el programa.

“Es algo que siempre habíamos querido ver: nuestro modelo repetido por todo el mundo. Estamos muy satisfechos”, dijo Yefet-Reich, que planea enviar personal a Tanzania para ayudar a ponerlo en marcha.

Cultivos en la granja. Cortesía.

Bulugu regresó a Tanzania el mes pasado y comenzó a contratar jóvenes. También ha hecho planes a largo plazo con miras a atraer al gobierno.

Pensando en el futuro, espera que Kaima Tanzania pueda crecer y abrir una piscifactoría.

“El pescado es muy caro en Tanzania. Si instalamos un criadero en nuestra granja, el agua para riego podrá usarse para criar peces”, dijo.

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