Cartas dirigidas a Dios llegan de todas partes del mundo a Israel sin dirección de remitente. El Departamento de Objetos Perdidos del Servicio Postal de Israel las recolecta y cada varios meses se las entrega al rabino director del Muro de los Lamentos y Lugares Sagrados para que las coloque entre las piedras del Kotel en la Ciudad Vieja de Jerusalén.

Se cree que la tradición de dejar notas en el lugar empezó hace unos 300 años, cuando un rabino envió a sus estudiantes con una plegaria escrita porque no podía ir en persona.

El rabino Shmuel Rabinowitz, Director del Muro de los Lamentos y Lugares Sagrados, izq., con Danny Goldstein, Director General del Servicio Postal de Israel, con cartas dirigidas a Dios frente al Muro. Foto de Ran Dickstein.
El rabino Shmuel Rabinowitz, Director del Muro de los Lamentos y Lugares Sagrados, izq., con Danny Goldstein, Director General del Servicio Postal de Israel, con cartas dirigidas a Dios frente al Muro. Foto: Ran Dickstein.

Millones de personas visitan la muralla –uno de los lugares más sagrados del judaísmo– cada año y dejan notas con sus deseos y peticiones en papelitos que colocan entre las grietas.

En anticipación al Año Nuevo, o Rosh Hashana y al Día del Perdón (Yom Kipur), que le sigue nueve días después, los que limpian el muro sacan las notas viejas de las grietas y les dan sepultura en el Monte de los Olivos, situado detrás de éste.

Las misivas se colocan entre las piedras del Kotel, en la Ciudad Vieja de Jerusalén, y después de ser recogidas se les da sepultura en el Monte de los Olivos.
Las misivas, después de ser recogidas por los aseadores, son enterradas en el Monte de los Olivos. Foto de Ran Dickstein.

 

Las misivas —dirigidas a «Dios», «Jesús», «Nuestro querido Padre en el cielo» y «Muro de los Lamentos”— llegan de América Latina, Rusia, China, Francia, Nigeria, España, los Países Bajos, Estados Unidos, el Reino Unido y otros países más.