Para aquellos que caminan por los callejones de la Ciudad Vieja de Jerusalén la vista de los bellos letreros de las calles pintados a mano es algo especial pero para Hagop Karakashian también es algo personal porque fue su padre quien los hizo.

“Soy tercera generación de pintores cerámicos. Somos una familia de artistas y una de los fundadores de la cerámica armenia en Jerusalén y Tierra Santa”, le contó Karakashian a ISRAEL21c en Español.

El artesano comparte una historia de fondo que resume la propia de Oriente Medio, la tradición de Jerusalén y las diversas comunidades que componen la ciudad.

Su familia llegó a la capital de Israel en 1919 desde una ciudad turca famosa por su cerámica de estilo otomano. El entonces gobernador británico Sir Ronald Storrs había invitado a tres artesanos a reparar y reemplazar las antiguas baldosas de cerámica de la Cúpula de la Roca.

“Se trataba de David Ohannessian, que era el jefe del grupo y tenía vínculos con el Mandato Británico ya que hablaba muy bien inglés; Megerditch Karakashian, que era mi abuelo y era pintor; y Neshan Balian, un alfarero que trabajó con arcilla e hizo las tejas reales”, explicó Karakashian.

De acuerdo con su narración, en el Monte del Templo había un horno viejo que fue arreglado para a hacer las baldosas de muestra para la reparación de la Cúpula de la Roca.

Mientras que los británicos estaban satisfechos con las muestras, las autoridades musulmanas locales no estaban felices de que fueran los cristianos quieren trabajaran en uno de los lugares más sagrados del Islam.

“El proyecto se canceló pero los tres artistas no podían volver a Turquía debido al genocidio. De ese modo se quedaron en Jerusalén y abrieron juntos el primer taller de cerámica armenia”, relató el pintor.

Señales de transito en árabe e inglés

Años más tarde, el abuelo de Balian y Karakashian abrió una tienda en la ruta a Nablus (Skhem) en las afueras de la Ciudad Vieja. Allí se inspiraron en antiguos mosaicos locales y los pintaron en otros objetos.

“De 1922 a 1964 produjeron principalmente hermosos artículos y también trabajaron con azulejos en el convento armenio, en el cementerio armenio en el monte Sión y en casas de Katamon (un barrio de Jerusalén). Hicieron muchos mosaicos. Esa fue la primera generación”, contó Karakashian.

La segundo, indicó, fue la de su padre. “Él y mi tío se separaron de los Balian en la ruta a Nablus y en 1964 abrieron un taller en la Vía Dolorosa. El primer encargo que recibieron fue hacer los letreros de las calles de la Ciudad Vieja. Así fue como comenzaron bajo el régimen jordano, que les pidió a ambos que hicieran las señales en árabe e inglés que luego instalaron en 1966”.

Stepan Karakashian, padre de Hagop, pintando los mosaicos con el nombre de una calle de la Ciudad Vieja de Jerusalén, 1968. Foto cortesía de Hagop y Tzoghig Karakashian

En 1967 cuando Israel unificó Jerusalén después de la Guerra de los Seis Días, el legendario alcalde de Jerusalén Teddy Kollek le pidió al padre de Karakashian que añadiera hebreo a los letreros de las calles. «Si hoy alguien camina por la Ciudad Vieja de Jerusalén verá algunos de estos letreros originales y notará que hay una línea divisoria entre el hebreo y el árabe y el inglés. Todos los días camino a mi trabajo, miro hacia las paredes y veo ese trabajo emotivo. Y aquí estoy yo, la tercera generación que continúa esta tradición familiar en la Ciudad Vieja de Jerusalén”, describió el artista.

La cuarta generación

La empresa familiar incluye hoy una cuarta generación ya que la hija de Karakashian también aprende el oficio.

“Hacemos talleres para los que quieran experimentar la cerámica armenia. Me gusta compartir con la gente cómo llegó este arte a Jerusalén, la forma en que se hace y de qué forma se convirtió en parte de la cultura local”, reveló Karakashian.

Hagop Karakashian, su hija y su esposa mantienen una tradición familiar que llegó por primera vez a Tierra Santa en 1919. Foto cortesía de Hagop y Tzoghig Karakashian

“Antes de 1919, la cerámica armenia no existía en Jerusalén. Fueron esos tres artistas los que llegaron, la introdujeron y fundaron esta escuela de arte en Jerusalén. Juntos trajeron consigo muchos diseños de Turquía”, dijo el pintor.

Si bien en Turquía estaba prohibido retratar criaturas vivientes por imposición de la ley islámica, una vez que estuvo en Jerusalén, el abuelo de Karakashian comenzó a agregar motivos de aves a sus creaciones, particularmente pavos reales.

“En la tradición armenia el pavo real simboliza una larga vida. Es muy simbólico porque estas tres familias no solo sobrevivieron al genocidio armenio sino que el arte perduró con ellas cuando llegaron a Jerusalén. Así que hablar de una vida larga es muy adecuada para lo que hacemos”, expresó.

Un plato amarillo redondo decorado con el diseño del pavo real de Hagop Karakashian. Foto cortesía de Hagop y Tzoghig Karakashian

Karakashian aún sigue en contacto con miembros de las familias Ohannessian y Balian. “En 1948, debido a la guerra, David Ohannessian se fue de Jerusalén a Beirut y allí se quedó. Los miembros de su familia no continuaron haciendo ese arte pero los Balian sí y todavía están vigentes. Nos mantenemos en contacto y también con la flautista Sato Moughalian, nieta de David Ohannessian, que recientemente escribió un libro muy lindo sobre su vida”, reveló.

Arte exclusivo de Jerusalén

El arte de cerámica armenia creado en la Ciudad Vieja por Karakashian y la tercera generación de familiares Balian no se puede hallar en ningún otro lugar.

“En Armenia no existe, allí hay un tipo diferente de alfarería que no se relaciona con lo que hacemos aquí. En Turquía, tampoco pero allí es más estilo otomano. De esa forma, nuestro arte es exclusivo de Jerusalén. Tomamos diseños de mosaicos locales, fuentes de aquí”, explicó Karakashian.

La tienda Jerusalem Pottery vende cerámica armenia hecha a mano y dicta talleres para artistas nuevos. Foto cortesía de Hagop y Tzoghig Karakashian

“A las personas les encanta porque es algo muy específico de Jerusalén. También ven que está hecho y pintado a mano en una época de progreso tecnológico. Así, la gente aprecia mucho esto, sobre todo cuando les muestro cómo se hace. Ellos comparan lo que ven en mi tienda con lo que hay el mercado, que está inundado de productos producidos en masa. Muy poco de lo que se en el mercado se hace a mano”, destacó.

Los diseños de cerámica armenia en Jerusalén son diferentes a los de cualquier otro lugar en el mundo. Foto cortesía de Hagop y Tzoghig Karakashian

La conexión entre su oficio y su ciudad es lo que mantiene a Karakashian en Jerusalén incluso cuando muchos miembros de su comunidad eligen vivir en otros sitios.

“En una época la comunidad armenia aquí era muy grande. Es que los armenios estuvieron presentes en Tierra Santa desde los siglos VI o V cuando llegaron como como peregrinos. De hecho Armenia fue la primera nación en el año 301 d.C. en aceptar el cristianismo como culto”, remarcó el artesano.

Karakashian recordó que en 1915 durante el genocidio armenio muchas personas que salían de Turquía se instalaron en el Mandado Británico de Palestina y se refugiaron en el convento del barrio armenio de la Ciudad Vieja de Jerusalén.
Luego de eso, la comunidad armenia tuvo en la capital entre 30.000 y 40.000 miembros aunque hoy no superan los 1.200 con la mayoría viviendo en el Barrio Armenio.

El pintor dijo que las difíciles condiciones en la Ciudad Vieja llevaron a muchos de los jóvenes a emigrar a Canadá, EEUU, Australia o Europa. Sus dos hermanas viven en California.

Por otra parte, en los últimos años, aquellos que se quedaron se fueron integrando más a la sociedad israelí. Incluso, dijo Karakashian, algunos optaron por hacer un año de servicio civil nacional después de la escuela secundaria, algo que el ceramista fomenta.

“Como armenio quiero decir que tenemos buenas relaciones con todos. Tenemos amigos israelíes y árabes, y nos llevamos muy bien”, agregó.
De hecho, los Karakashian viven en el barrio de Beit Tsafafa que es de mayoría árabe.

Nuevo modelo de negocio

La pandemia de COVID-19 afectó y mucho el modo en que trabaja Karakashian. Acostumbrado a vender sus productos a visitantes internacionales, una vez que se cerraron los cielos de Israel tuvo que adaptarse a una nueva realidad.

“El coronavirus cambió todo. Aprendimos a sobrevivir sin turistas y así fue como empecé a hacer talleres para israelíes. Hoy recibo a grupos. Hice muchos amigos con guías israelíes que vinieron a mis clases y que traen gente. Es una divertida forma de sobrevivir y un modelo de negocio diferente”, señaló.

Algunos de los mosaicos disponibles en la tienda de Hagop Karakashian en Jerusalén y en línea. Foto cortesía de Hagop y Tzoghig Karakashian

Los que lleguen al taller de Karakashian en esta época del año lo encontrarán decorado con los adornos hechos a mano listos para la Navidad que los armenios en Jerusalén celebran más tarde en enero.

Un espíritu navideño

La familia de Karakashian celebra la Navidad dos veces. “Empezamos a celebrar en la víspera de Navidad el 24 de diciembre porque mi esposa es católica armenia. Vamos a la iglesia y cenamos en familia e intercambiamos regalos. Y disfrutamos de algunas de las actividades y bazares navideños en Jerusalén”, contó.

Uno de esos eventos es la iluminación del árbol de Navidad en la Puerta Nueva.
“En la víspera del 18 de enero también vamos a la Iglesia de la Natividad para las oraciones navideñas ortodoxas armenias. Si bien no es una fiesta religiosa oficial en Israel, tenemos total libertad de culto para celebrar la Navidad y orar”, manifestó.

Mientras la charla llega a su fin, esta cronista de ISRAEL21c en Español le preguntó a Karakashian si era posible asistir a un taller y si veía bien que lo hiciera con su hija de dos años.

Con cierta preocupación, el hombre respondió: “Bueno, ¿ella se sienta? ¿Puede usar pintura?”.
Tras el asentimiento afirmativo, se mostró algo aliviado. Y dijo: “Está bien, ¿por qué no?”.

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