Durante la pandemia, países como Bolivia, Ecuador, México y Perú informaron sus muertos por COVID-19 con cifras muy por debajo de lo que realmente ocurrió. Se estima que el erros es de aproximadamente un 50 por ciento.

El número real de muertes por pandemia en Nicaragua es 50 veces mayor que el reportado: 7.000 muertes por coronavirus en lugar de las 137 reportadas. Y Rusia probablemente sufrió cuatro veces más decesos de lo que realmente informó: 551.000 en lugar de 135.000.

Estas reveladoras cifras proceden del conjunto de datos de mortalidad mundial creado por dos jóvenes investigadores: Ariel Karlinsky, un estudiante graduado del departamento de economía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y Dmitry Kobak de la Universidad de Tübingen de Alemania.

“Nuestros resultados muestran una imagen completa del impacto del COVID-19 en el mundo. Esperamos que estos descubrimientos y su metodología conduzcan a una mejor comprensión de la pandemia y resalten la importancia de los informes de mortalidad rápidos y de código abierto”, afirmó Kobak.

Es que los índices importan e influyen en la política ya que, por ejemplo, se informa qué países no son seguros para los turistas y les dan a las personas una idea del éxito de cada Estado en contener la propagación del coronavirus SARS-CoV-2 y sus variantes.

Karlinsky y Kobak se unieron para tratar de aclarar las cosas sin depender de las tasas de mortalidad por COVID-19 publicadas por los países.

“Ante todo, medir y monitorear el exceso de mortalidad en diferentes países requiere, un conjunto de datos completo y actualizado de forma regular acerca de la mortalidad por todas las causas”, escribieron los investigadores en la revista eLife.

Y añadieron: “Sin embargo, no hubo un único recurso en el que se recopilen esos datos de todo el mundo. El conjunto de la información sobre la mortalidad mundial que presentamos tiene como objetivo llenar ese vacío gracias a la combinación de información pública disponible sobre la mortalidad a nivel de país, seleccionada y cotejada gracias a diversas fuentes”.

Esta mayor colección existente de datos de mortalidad general ofrece hoy información actualizada sobre 104 países y territorios.

Esta mayor colección existente de datos de mortalidad general ofrece hoy información actualizada sobre 104 países y territorios.

En un período determinado, un cierto número de personas fallecen en lo que se conoce como “muertes esperadas”: vejez, enfermedades, violencia, accidentes de tráfico y más.
Las pandemias, guerras y desastres naturales o generados por el hombre provocan un “exceso de muertes” más allá de las esperadas.

En ese sentido, Karlinsky indicó: “Queríamos averiguar si la pandemia causó un exceso de muertes en los países que cubrimos y, de ser así, en qué medida. Si bien la cifra de muertes en exceso no es exactamente igual a la tasa de mortalidad por infecciones por COVID-19, para muchos países es el indicador más objetivo de su número de muertes por el coronavirus”.

Informes insuficientes y no fiables

Los investigadores hallaron que algunos países habían -y aún lo hacen- reportado menos muertes por COVID-19 de manera consistente, es decir de forma intencional o errónea.

Según su conjunto de datos de mortalidad mundial, el número real de muertes por COVID-19 en Bolivia es probablemente 2,5 veces mayor de lo que informaron: 36.000 muertes en lugar de 15.000.
En Ecuador, el total es 2,9 veces mayor -64.000 muertes en vez de las 22.000 reportadas- mientras que en México, la cifra es 2,1 veces mayor: 471.000, a diferencia de las 221.000 informadas por la pandemia.

En el caso de Perú, en un principio se informó de 69.000 muertes cuando la cifra real estaba más cerca de 185.000. Después de una protesta de los funcionarios de salud pública, el Ministerio de Salud peruano auditó todas las muertes durante el período de la pandemia y volvió a enviar las estadísticas de muertes por COVID-19 a la Organización Mundial de la Salud.

Varios Estados la ex Unión Soviética han subestimado las muertes por COVID-19. A la cabeza está Rusia, que informó sobre 135.000 fallecidos mientras que el número real parece más cercano a 551.000.
Bielorrusia informó 392 muertos en vez de las 700 más probables. Y Uzbekistán indicó que habían muerto 740 personas en vez de las más posibles 21.500.

Tayikistán es el país que hasta ahora gana el premio de “subinformación”: sólo reportó 90 muertes cuando el número real es, según la investigación, de cerca de 9.000.

El exceso de muertes en Egipto fue 13 veces mayor de lo informado: 196.000 en vez de 15.000. En Irán el índice fueron 2,15 veces más altos y en el Líbano, 1,23 mayor que los decesos informados.

Pero no todo es pesimismo: la tasa de mortalidad de Australia y Nueva Zelanda durante la pandemia fue más baja que en períodos anteriores.
Es posible que los esfuerzos de contención de virus, como el cierre de fronteras, el distanciamiento social y el uso de máscaras, hayan reducido el número total de víctimas.

Por otra parte, los investigadores hallaron que muchos países informaron sus muertes por pandemia de forma fiel. Por cada 100.000 habitantes, EEUU tuvo 194 muertes en exceso, Reino Unido 159, Francia 110, Suiza 100, República Checa 320 y Polonia 310.

A su vez, Dinamarca y Noruega no experimentaron un exceso de mortalidad durante la pandemia.

Con un exceso de 58 muertes por cada 100.000 personas, Israel salió mejor parado que sus vecinos.
Los investigadores indicaron que el exceso de muertes en el país durante la pandemia de coronavirus fue menor de lo informado: 5.000 en lugar de 6.400.
Es probable que este error no forzado se deba a una disminución en el número total de muertes por infecciones respiratorias durante los meses de invierno no asociadas al COVID-19.

Karlinsky afirmó que él y Kobak están expandiendo de forma permanente su conjunto de datos y que continuarán rastreando el exceso de mortalidad en todo el mundo durante la pandemia de COVID-19.

“Esperamos que nuestra información sea un activo valioso para los funcionarios de salud pública que buscan evaluar los riesgos y beneficios de una determinada medida de contención de una pandemia”, finalizó Karlinsky, cuyo trabajo de investigación fue revisado antes de su publicación por Marc Lipsitch de la Escuela de Salud Pública TH Chan de Harvard.