El paramédico voluntario druso Ryan Amasha visita regularmente a un anciano en su pueblo, Usfiya, al norte de Israel. Una vez a la semana chequea los signos vitales del octogenario, lo saca a tomar café y lo llama por teléfono varias veces después de la visita.

La conexión que tiene Amasha, de 27 años de edad, con personas mayores se debe al programa nacional Ten Kavod (en español, Respete), dirigido por United Hatzalah, organización voluntaria de servicios de emergencias de la que él forma parte.

“Queremos ofrecer nuestra ayuda a todos los ancianos del pueblo que nos necesiten y una forma de ayudar a lo que no tienen familia cerca es a través de Ten Kavod”, dijo Amasha a ISRAEL21c.

A principios de este año Amasha ayudó a organizar un curso de formación de Ten Kavod en Usfiya y Dakiyat al-Carmel, pueblos de la región del Carmelo, para 25 adolescentes drusos que habían terminado el Servicio Nacional.

Los drusos son una minoría religiosa de habla árabe que vive en pueblos del norte del país. Aunque son una rama del islam, no se consideran musulmanes. Se estima que hay más de 131,000 en Israel.

Los adolescentes israelíes que se gradúan de la secundaria están obligados a alistarse en el ejército o prestar el Servicio Nacional por un mínimo de dos años.

Voluntarios de Ten Kavod durante el curso de formación en el Carmelo. Cortesía United Hatzalah.

“Uno de los retos a los que se enfrenta hoy día Israel es la poca conexión y entendimiento que hay entre los jóvenes y la generación de la época dorada del país”, dijo Yasmin Kara, portavoz de la División Drusa de la Federación General de las Juventudes Trabajadoras y los Estudiantes en Israel (NOAL), que organizó el curso con United Hatzalah y bajo el patrocinio del Club Rotario de Daliyat al-Carmel.

“Nuestros voluntarios del Servicio Nacional y también aquellos que aplazaron el servicio para poder trabajar durante un año o dos en Daliyat al-Carmel querían participar en el curso”, dijo Kara. “Pero no había suficientes personas para ofrecerlo así que también lo hicimos accesible a otros pueblos drusos en la región del Carmelo”.

El curso, de dos meses de duración, tenía como objetivo tratar especialmente la forma de vida de los drusos.

Hasta la fecha, se han formado 25 jóvenes y se planea expandir el proyecto a otros pueblos del Carmelo, la Galilea y el Golán, según Kara.

Los voluntarios ofrecen un chequeo médico básico a los ancianos. Si encuentran un problema físico o emocional, se ponen en contacto con un doctor y los familiares de la persona. Si hay una emergencia, la formación como técnico en emergencias médicas para la cual los ha preparado United Hatzalah les permite practicar primeros auxilios.

Además de tomarles la presión arterial a sus clientes, les ofrecen apoyo emocional, comprueban que sus condiciones de vida sean seguras y que también que estén tomando la medicación recetada.

En algunos casos se crea amistad entre los ancianos y los voluntarios y, además, estos aprenden a apreciar el trabajo comunitario.

“El proyecto Ten Kavod fortalece a la juventud”, dijo Kara. “Les da la formación que necesitan para desarrollarse como miembros conscientes de la comunidad, además de enseñarles lo que es responsabilidad»

Agregó: «Es importante para como pueblo ayudemos a que la juventud desarrolle esas ideas y proporcione esos servicios a los mayores”.

Según Raphael Poch, portavoz internacional de United Hatzalah, Ten Kavod tiene alrededor de 500 voluntarios en el país que visitan a 750 ancianos, muchos de ellos sobrevivientes del Holocausto. La formación se coordina con otras organizaciones que prestan servicio localmente.

Un voluntario de Ten Kavod le toma la presión a un paciente. Cortesía United Hatzalah.

Fundado en 2012, Ten Kavod se expandió gracias a la Northern Charitable Foundation y ahora tiene 23 programas que funcionan activamente desde Ma’alot, al norte, a Sderot, cerca de la frontera con Gaza.

“Al principio estaba nervioso y preocupado”, dijo un voluntario de Migdal HaEmek, Yossi Eliasaf. “Nos presentamos, comenzamos a hablar… y, de repente, ella rompió a llorar y me contó que se sentía muy sola, que le parecía que no le importaba a nadie en este mundo. Lloré con ella. Vi en sus ojos la tristeza y le hablé. Hasta le hice reír. Entonces me acordé de que tenía que tomarle los signos vitales pero sabía que lo verdaderamente importante era que mi presencia le había traído algo de alegría”.

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