El aroma a café mezclado con cardamomo sale de una tienda que vende especias mientras las adolescentes caminan desde la escuela hacia sus casas, algunas con jeans y botas Blundstone y otras con velos y faldas tradicionales.

Una tienda de teléfonos celulares está cerca de una otra que vende moldes de madera para pasteles tradicionales y ambas de la pared de grafiti con letras modernas donde hay pintado un hombre druso con una keffiyah blanca.

Uno de los dos muros de grafiti en Daliat el-Carmel. Foto: Diana Bletter

La ciudad drusa de Daliat el-Carmel (también escrita Daliyat al-Carmel) es lo que su vicealcalde Nisim Abu Hamad llama “una mezcla de modernidad basada en nuestra cultura y tradición drusas”.

En un extremo de la localidad hay una gran bandera drusa con su estrella y cinco colores. La otra punta de la ciudad tiene un cartel con el hashtag #Daliyatelcarmel.

Sí, mezclar lo nuevo con lo antiguo le da a este pueblo druso israelí su propia identidad.

Daliat el-Carmel nació como un pequeño asentamiento de casas en la colina del Bosque Carmel. De hecho, cuando se sube el sinuoso camino a través del bosque es posible encontrar kioscos improvisados ​​que venden pita drusa, aceite de oliva y otras especialidades locales.

Eso le da al pueblo un aire pastoral pero, según afirmó el residente Abu Hamad, “pronto se registrará como una ciudad con una población de 18.000 personas, en su mayoría drusos”.

Hamad indicó que la futura ciudad también se embarcó en un proyecto de renovación, para mejorar la calidad de vida, educación, cultura, salud e infraestructura del poblado.

Todos los sábados, el mercado al aire libre de Daliat el-Carmel -que se extiende a lo largo de la calle principal- se llena de visitantes.
Durante la semana, no está tan repleto de gente y es igual de encantador.

Los turistas, en su mayoría israelíes, llegan allí para visitar galerías de arte y tiendas, y para probar la cocina. El Balad, en el corazón del centro de la ciudad, es conocido por su knafeh, un pastel dulce de cabellos de ángel hecho con queso akawi (originalmente llamado así por la ciudad de Akko o Acre), cubierto con pistachos triturados y rociado con agua de rosas. También hay excelentes restaurantes de hummus y shawarma.

Nasreen Halabi, directora de desarrollo empresarial en Daliat el-Carmel, acompañó a ISRAEL21c en Español en un recorrido a pie junto con Rabie Husese, directora municipal de planificación estratégica.

“Estamos tratando de ser ‘gelocales’. Eso significa que queremos atraer a personas a nivel mundial y ayudar a la gente local”, dijo Husese durante la caminata.

La comunidad drusa más exitosa del mundo

En todo el mundo, los drusos suman alrededor de un millón de personas. Son una comunidad monoteísta del Islam pero no se consideran musulmanes. En Israel hay aproximadamente 143.000 drusos.

Majd Halabi, jefe de personal del ayuntamiento de la ciudad, explicó que los de Israel son el “grupo druso más exitoso del mundo, son ciudadanos israelíes leales, que por lo general eligen hacer el servicio militar”.

Miyseh Halabi prepara comida en su cocina en Daliat el-Carmel. Foto: Diana Bletter

El municipio trabaja fuerte para atraer a tantos visitantes como sea posible. En marzo, unos 1.500 corredores participaron en una media maratón inaugural por la ciudad.

A partir de enero, luego en la primavera y el otoño, hay festivales que incluyen espectáculos, música y exhibiciones de arte.

La acera junto al estudio de Sam Halabi en el centro de Daliat el-Carmel. Foto: Diana Bletter

Los visitantes no tienen que buscar mucho para llegar al estudio del artista local Sam Halabi: sólo deben seguir la acera decorada con cuadrados de diferentes colores para llegar al lugar salpicado con los colores característicos de Halabi.
Este artista tiene un alcance global y sus obras e historia atraen a los visitantes.

“Nací después de nueve niñas. Mis padres no se detuvieron hasta que tuvieron un varón”, le indicó Halabi a ISRAEL21c en Español.

El cuarto de la infancia de Sam Halabi con sus muebles originales. Foto: Diana Bletter

“Mi madre solía enviarme al mercado local cuando era muy pequeño y yo miraba los diseños de los tradicionales pañuelos drusos blancos para mujeres. Volvía a mi casa y dibujaba diseños nuevos y luego ella los cosía en su máquina Singer”, reveló el creador que desde los cinco años ama el arte.

Halabi destacó que en la niñez todo se ve con colores vibrantes y que es por ello que su arte es tan colorido.

Sam Halabi junto a la mesa del comedor en la casa de su infancia. Foto cortesía

En una parte del estudio, Halabi exhibe la mesa del comedor preparada para una cena para cuatro. Es la mesa de la casa de su infancia.
Todo está salpicado de pintura y eso da la impresión de estar en la casa de la Señora. Havisham en la novela Grandes Esperanzas de Charles Dickens pero en lugar de telarañas hay brillantes toques de color.

Orgullo de la herencia

En la calle Sheikh Amin Triff, también en el centra de la ciudad, está la Galería Barawiz donde es posible hallar pinturas de Manar Khalifeh.

“Pinto en acrílico y también en acuarelas. Y pinto bocetos con la mano izquierda aunque no soy zurdo”, contó la artista.

Una pintura de la artista Manar Khalifeh. Foto cortesía de Manar Khalifeh

Khalifeh explicó que quiere crear una conexión con el espectador sin estar allí presente y añadió que su obra de arte es una forma de expresar “mi identidad como mujer drusa”.

Otros artistas con estudios allí son Fadi Hamoudi, que toma fotografías de galaxias, y Ghadeer Malak, que hace dibujos en blanco y negro. También hay tiendas que venden artesanías tradicionales drusas.

“No buscamos retroceder en el tiempo. No podemos volver atrás. Queremos seguir adelante”, expresó Majd Halabi en el ayuntamiento.

A lo largo de la ciudad, lo que reina es el orgullo por la herencia y la identidad.

“Me encanta estar aquí y apoyo cualquier cosa que ayude a avanzar. Y también necesitamos ayudar a la próxima generación”, afirmó por su lado Nasreen Halabi.

ISRAEL21c en Español le preguntó a Miyseh Halabi, que prepara catering para bodas y eventos en Daliat el-Carmel, si podía cocinar para personas en otros lugares. “No, estoy demasiado ocupada aquí. Siempre pasa algo”, respondió.

Para más información sobre Daliyat al-Carmel, clic aquí.

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