En la naturaleza, las plantas toman el dióxido de carbono, un gas inoloro e incoloro, del aire y agregan energía solar, la cual convierten en azúcares esenciales para la vida. Los animales, por otro lado, consumen azúcares y luego liberan el dióxido de carbono a la atmósfera. La fórmula química de éste es CO 2.

Un grupo de investigadores del Instituto Weizmann de Ciencia, en Rehovot, en el centro de Israel, ha encontrado una forma de reprogramar bacterias vivas para que tomen el dióxido de carbono y produzcan los azúcares que se necesitan para estimular las funciones del cuerpo humano.

Esa función, llamada fijación del carbono, podría ayudar a hacer frente a futuros retos alimentarios a medida que la población y los recursos naturales disminuyen, dice el investigador Niv Antonovsky, quien dirigió el estudio en el laboratorio del profesor Ron Milo en el Departamento de Plantas y Ciencias Medioambientales del Instituto.

Los científicos comenzaron por insertar la vía metabólica para la fijación del carbono y producción de azúcar en las bacterias Escherichia coli, o e-coli, que normalmente consumen azúcar y liberan dióxido de carbono.

Aunque las bacterias produjeron encimas funcionales para la fijación del carbono, no lograron usar el dióxido de carbono para la síntesis del azúcar.

“Por supuesto, estamos tratando con un organismo que ha evolucionado a lo largo de millones de años para consumir azúcar, no dióxido de carbono”, dijo Antonovsky. “Así que apelamos a la evolución para que nos ayude a crear el sistema que nos proponíamos”.

Para ello, diseñaron tanques especiales en los que hicieron que las bacterias «desarrollaran» apetito por el dióxido de carbono. Al tercer mes, las bacterias ya hacían uso de éste para crear una parte considerable de su masa corporal, incluidos todos los azúcares necesarios para crear la célula.

Las bacterias siguen liberando dióxido de carbono, pero el equipo de científicos cree que ha sentado las bases para la creación de microorganismos, o cultivos con elevada fijación de carbono, que absorban el dióxido de la atmósfera y lo conviertan en energía almacenada.