El doctor Efraim Jaul, director de enfermería geriátrica especializada en el Hospital Herzog, en Jerusalén, observó que muchos pacientes con demencia —y especialmente aquellos con la enfermedad de Alzheimer— eran más proclives a desarrollar úlceras por presión, conocidas también como úlceras por decúbito.

Le pareció que quizá la incidencia de esas úlceras, que era considerablemente mayor, no era sólo resultado de la inmovilidad de los pacientes con demencia avanzada, como se supone comúnmente.

“Me pregunté si se trataba de enfermedades distintas, o si podría haber una conexión entre ellas”, le dijo ISRAEL21c.

Al examinar las cifras del Hospital Herzog, Jaul descubrió que el 76% de los pacientes geriátricos con úlceras por presión sufrían demencia, mientras que sólo un 32% de los que no tenían las úlceras padecían de ella.

Jaul, que ha publicado tres trabajos de investigación en años recientes que demuestran un claro vínculo entre la demencia y las úlceras por presión, dijo que su innovador descubrimiento es único.

“La razón es que nos hemos centrado en la demencia avanzada, mientras que la mayoría de investigaciones se enfocan en las fases tempranas y en cómo detener su avance”, explicó.

Está en la piel

Jaul es el autor principal de artículos sobre la relación de la demencia y las úlceras por presión publicados en International Wound Journal, en 2013, y en el Journal of Experimental Aging Research, en 2016.

A principios de este año, Jaul y Oded Meiron —neurocientífico cognitivo que dirige el Laboratorio de Electrofisiología y Neurocognición del Centro de Investigación Clínica para las Ciencias del Cerebro del Hospital Herzog— publicaron un artículo en el Journal of Alzheimer’s Disease en el que esbozan su teoría sobre por qué las dos enfermedades, que aparentemente no tienen nada en común, están relacionadas.

Sospechaban que los cambios anormales en el cerebro que generan demencia no están localizados en un solo sitio, sino que ocurren al mismo tiempo en otros sistemas del cuerpo. Y eso es exactamente lo que han descubierto algunos equipos de neurodiagnóstico.

Meiron y Jaul, que colaboran con la compañía NeuroDiagnostics, en Baltimore, Md., la cual está desarrollando una prueba para identificar un biomarcador para la densidad celular anormal en la piel de pacientes con demencia, sugieren que los cambios en la piel de quienes la padecen les hacen más susceptibles a las heridas.

Los biomarcadores, que se conocen también como marcadores biológicos, son substancias que indican un estado biológico.

“Esperábamos ver estos cambios incluso en personas con deterioro cognitivo leve”, explicó Meiron a ISRAEL21c.

Esto tiene sentido, aclara, porque los tejidos de la piel y del cerebro derivan de las mismas células madre embrionarias.

Jaul presentó su teoría en una reciente conferencia de la Sociedad Gerontológica de Israel. “Los otros médicos mostraron mucho interés”, dijo.

Dos implicaciones

Las implicaciones prácticas de la teoría de Jaul y Meiron tienen dos aspectos.

El primero, que incumbe a quienes prestan cuidados a pacientes con demencia leve o moderada, es entender que el peligro de sufrir úlceras por presión favorecerá un tratamiento preventivo más asertivo en las primeras fases de la enfermedad. Para evitar la aparición de úlceras se pueden tomar medidas como frecuentes cambios de postura.

Y en cuanto al aspecto investigativo, Meiron espera profundizar en los estudios clínicos de la prueba de piel en la cual está trabajando NeuroDiagnostics para determinar con precisión el tipo y fase de la demencia y contener su avance de forma no invasiva (y asequible) con intervenciones de neuromodulación que sean innovadoras y seguras.

“Si nos fijamos en biomarcadores periféricos, en lugar de mirar en el interior del cerebro, podemos identificar o hacernos una idea aproximada de lo que está pasando en el cerebro a nivel celular”, dijo.

Agregó: “Los biomarcadores diferencian considerablemente entre los ancianos sin demencia, o grupo de control, y los pacientes con Alzheimer. También existen biomarcadores para otros tipos de demencia, pero necesitan ser validados”.

Si la prueba de la piel es validada en ensayos clínicos, podría ser un poderoso instrumento para la detección temprana y ofrecer diagnósticos específicos, pues no todos los tipos de demencia requieren el mismo tratamiento.

Contar con esta información ayudará a los médicos a recomendar las terapias apropiadas para reducir o detener el avance de la demencia en fases en las que las úlceras por presión y el debilitamiento cognitivo pueden tener consecuencias mortales.

“Si identificamos esas fases tempranas, podremos intervenir y retrasar la aceleración del deterioro cognitivo. Los marcadores de la piel son importantes, pero el objetivo es aumentar la calidad de vida [del paciente]”, dijo Meiron.