Cuando la planta nuclear de Chernobyl explotó en 1986, Inna Braverman tenía dos semanas de vida. Su familia vivía en los suburbios Kiev y estaba dentro del alcance del desastre atómico.
El día que la bebé inhaló aire con polvo radiactivo, dejó de respirar. «Tuve un paro respiratorio completo», contó Braverman en una emotiva entrevista con ISRAEL21c.
Su madre se acercó a la cuna y empezó a gritar pero como era enfermera, tras unos largos segundos de parálisis, le aplicó a su hijita técnicas de RCP y le salvó la vida.
Cuatro años después, la familia Braverman abandonó la entonces Unión Soviética y se mudó a Israel. Inna todavía estaba muy enferma. «Tenía moretones azules en mi cuerpo como si me hubieran golpeado», recordó Inna.
Finalmente, los efectos de la intoxicación por radiación se disiparon y Braverman creció sana en Tierra Santa.
En cierto modo, Chernobyl influyó en la vida de Braverman y eso fue determinante para poder hacer del mundo algo mejor. «Tengo una segunda oportunidad. Crecí sabiendo que debía hacer algo diferente, algo grande con mi vida. Si Chernobyl se trataba de producir energía de una manera insegura, yo me preguntaba si había una forma más limpia de aprovechar la electricidad», explicó Braverman.
Energía renovable de olas marinas
Con el tiempo, la joven se graduó en la Universidad de Haifa y encontró la respuesta: había muchas empresas que trabajaban con la generación de energía solar, eólica e hidroeléctrica pero ninguno había logrado utilizar una fuente renovable de energía altamente frecuente: las olas de los mares.
El mar se mueve tanto como el agua que fluye río abajo o que cae en cascada desde una represa pero la transformación del choque de las olas en electricidad siempre fue algo difícil, sobre todo porque una ola particularmente fuerte puede destruir rápidamente el equipo.
Eso es lo que sucedió con Pelamis en Europa y Oceanlinx en Australia, ambos ahora fuera del negocio.
El conocimiento predominante para la generación de energía de las olas ha sido siempre la idea de construir una gran instalación en alta mar, a pocos kilómetros de la costa. Para Braverman eso es costoso y poco confiable.
Las olas en alta mar pueden alcanzar alturas de tsunami que pueden destrozar el equipo y es por ellos que son pocas las compañías de seguros que están dispuestas a cubrir este tipo de instalaciones.
A pesar de los aspectos positivos de la energía generada por las olas oceánicas, en general los ambientalistas se oponen porque según ellos, este tipo de instalaciones crea una nueva presencia en el fondo del océano, lo que perturba el medio marino natural.
Braverman pensó en una alternativa menos costosa y más segura: instalar «flotadores» en las estructuras artificiales existentes -muelles, escolleras, rompeolas- y colocar en tierra los principales equipos de creación de energía con computadoras y generadores altamente sensibles.
Gibraltar, México, Portugal
En 2014, cuando tenía apenas 24 años, Braverman se asoció con el emprendedor serial David Leb, que había abandonado su carrera de alta tecnología y se había marchado a Panamá para dirigir una escuela de surf.
El atractivo de crear una empresa en energías renovables trajo de vuelta a Leb a Israel. Junto Braverman nombraron Eco Wave Power a su nueva compañía.
La empresa consiguió su primer cliente en Gibraltar. «La nuestra es la primera compañía de energía de las olas que se conecta a la red eléctrica bajo un acuerdo de compra de energía», explicó Braverman.
Eco Wave Power tiene una segunda instalación de trabajo en Yafo para investigación y desarrollo. Allí hace demostraciones del sistema a inversores y socios potenciales.
En estos días, Eco Wave Power negocia acuerdos para levantar una instalación de 4,1 megavatios en México y cuatro plantas de 20 megavatios en Portugal.
Este último proyecto ya avanzó hacia un contrato de concesión con APDL, la compañía que administra el puerto en Leixos en el norte portugués.
Flotadores en alta mar
¿Cómo es que convierte Eco Wave Power el movimiento de las olas en electricidad? A diferencia de los sistemas hidroeléctricos, las ondas no hacen girar una turbina de forma directa sino que a medida que los flotadores suben y bajan de acuerdo con la altura de las olas, se crea presión en los pistones hidráulicos, que empujan un líquido biodegradable a través de una tubería hacia un «acumulador» ubicado en la orilla.
Eso, a su vez, convierte un hidromotor acoplado a un generador para producir electricidad. El fluido es devuelto a la tubería donde los pistones lo pueden reutilizar, lo que lo convierte en un sistema cerrado y ecológico.
Según Braverman, Eco Wave Power puede funcionar en cualquier lugar con olas de al menos medio metro de altura. Si Eco Wave Power se implementase en todo el mundo -dice la ejecutiva- se podría generar el doble de la cantidad de electricidad actualmente creada por todas las demás fuentes existentes.
En ese sentido, Portugal finalmente espera suministrar el 25 por ciento de su consumo anual de energía a partir de este sistema israelí. «Existe la posibilidad de instalar de 3 a 4 gigavatios de capacidad de energía de las olas solo en Portugal», señaló Braverman.
La energía de las olas también genera empleos: si se implementa de forma completa, el proyecto de Portugal crearía 1.500 nuevos puestos de trabajo.
Lucha contra la burocracia
Los mayores obstáculos con los que se encuentra la empresa son burocráticos y no técnicos. «En muchos países, las únicas políticas vigentes son de hace 20 o 30 años y están vinculadas a la energía solar o eólica», afirmó Braverman.
Entonces, ¿qué licencias necesita una compañía de energía de las olas? ¿Qué honorarios debe pagar? Braverman respondió que países, puertos e inversores están muy entusiasmados con estos nuevos tipos de proyectos pero que lleva tiempo implementarlos.
Eco Wave Power fue reconocida como una empresa con una «tecnología pionera» por el Ministerio de Energía de Israel y recibió la etiqueta de «Solución eficiente» de la Fundación Solar Impulse.
A su vez, la Organización de las Naciones Unidas le dieron el premio Global Climate Action a la empresa israelí.
En su breve historia, Eco Wave Power ha recibido subvenciones del fondo Horizonte 2020 de la Unión Europea y del Ministerio de Energía de Israel.
Cuando comenzó a cotizar en bolsa en 2019, la compañía recaudó 13,6 millones de dólares. Su OPI tuvo lugar en el mercado NASDAQ First North en Estocolmo.
¿Por qué Suecia?
«Primero, es un Estado que apoya mucho los proyectos renovables ya que el 54 por ciento de la energía del país proviene de este tipo de iniciativas», detalló Braverman.
También hay una “justicia poética” en la conexión sueca, que se remonta a la infancia de Braverman. Los científicos de ese país fueron los primeros en detectar la radiación del desastre de Chernobyl y alertar al mundo en un momento en que los funcionarios soviéticos seguían negando que hubiera habido un problema.
¿Cómo afecta el coronavirus a los proyectos de Eco Wave Power? «A corto plazo, tiene una influencia negativa. Durante la crisis, los gobiernos no promueven proyectos de energía renovable como una prioridad, lo que causa demoras en la ejecución y la concesión de licencias ya que muchas de las organizaciones responsables no están trabajando o lo hacen a medio tiempo”, admitió Braverman.
Pero también hay una ventaja. «A largo plazo, el COVID-19 nos habrá enseñado algo importante. Cuando empezamos a obtener imágenes de los cielos despejados en China y los canales limpios en Venecia, pudimos vislumbrar cómo podría verse un mundo más limpio», finalizó la científica.
Comentarios