Tova Safranai dirige su organización sin fines de lucro que asiste a jóvenes en riesgo durante aproximadamente dos años. Esto no sería noticia si la mujer no tuviera poco más de 18 y hubiera comenzado a realizar su labor de voluntariado a los 16.

Lo que es aún más notable es el hecho de que Safranai es ultraortodoxa, no necesariamente el tipo de persona que te imaginas paseando por los callejones oscuros de Jerusalén en busca de alcohólicos, adictos a las drogas y desesperanzados.

La joven fundó su organización Ahavat Hyname (Amor Gratis, en hebreo) – dar por el bien de vivir luego de enterarse de la triste muerte de un joven fugitivo en Jerusalén.

A los pocos días, ella y su hermana juntaron sándwiches, chocolates y botellas de agua y salieron por las calles de la ciudad para distribuirlos entre los necesitados.

Tova Safranai, detrás del puesto que ella y sus voluntarios de Free Love instalaron en Jerusalén. Foto cortesía

“Al principio no nos aceptaron. Fue muy difícil para ellos hacerlo porque son jóvenes que ya han sido lastimados cuando se trata de confianza”, explicó la voluntaria.

Según ella, la confianza se construyó cuando los jóvenes la vieron salir noche tras noche, incluso en el frío invierno de Jerusalén, llevando ropa abrigada y comida para ellos. “Fue así que entendieron que realmente queremos lo mejor para ellos”, indicó.

Desde entonces, Safranai recorre las calles de Jerusalén con unas pocas decenas de voluntarios con las que instaló un puesto desde el que repartieron comida, bebida y ropa a los jóvenes sin hogar antes de prestarles un oído sin prejuicios.

La muchacha recibió capacitación para trabajar con jóvenes que abandonaron la escuela del municipio de Jerusalén y está certificada en programación neurolingüística, un enfoque pseudocientífico de la comunicación, el desarrollo personal y la psicoterapia.

“Creo que un niño o una niña a quienes queremos ayudar no puede tener hambre en el estómago. Así, primero los alimentamos y luego los escuchamos”, explicó.

El secreto es no juzgar

“La segunda etapa es escucharlos porque eso les permite aliviar su dolor. Y la tercera etapa es darles la orientación correcta sin emitir ningún juicio”, manifestó Safranai.

No juzgar a los jóvenes a los que asiste es un valor fundamental para Safranai y uno en el que creció dentro de su comunidad religiosa dirigida por su padre.

Safranai (izquierda) abraza a una niña en las calles de Jerusalén. Foto cortesía

Como resultado, su organización ayuda a jóvenes de todos los orígenes: judíos, árabes, cristianos, religiosos y seculares están entre los asistidos por Free Love.

“No hay lugar para juzgar la apariencia de una persona. Si uno usa kipá, una cola de caballo o un tatuaje, no importa, porque al final del día es un individuo. Creo que cada persona está aquí para solucionar algo, cada uno tiene un papel diferente que desempeñar”, añadió.

Según Safranai, hay «más de 50.000 jóvenes sin hogar que viven en Jerusalén: en parques, casas abandonadas, techos y escaleras». Los más pequeños rondan los nueve años y los mayores 30.
Ella misma se especializa en menores de 18 .

Diferentes organizaciones ayudan también a estos jóvenes. Una es Crossroads, especializada en programas de prevención e intervención para angloparlantes; otra es el Centro Zula cuyos consejeros trabajan con jóvenes religiosos con problemas.

A pesar de provenir de todos los orígenes, Safranai explicó que los jóvenes que viven en la calle adaptan características similares. “Su actitud es agresiva porque ‘viven’ una vida de supervivencia, tienen que construir pantallas y muros defensivos para que nadie los lastime. Una de sus características es la actitud defensiva. No les gusta hablar con la gente y ciertamente no le creen a nadie”, detalló.

Ostracismo en las comunidades

Según Safranai, muchos de estos jóvenes terminan en las calles porque no encajan en marcos educativos que enfatizan en logros y excelencia.

Incapaces de seguir el ritmo, quedan excluidos de su entorno y de sus comunidades.

“Así, yo vengo y les digo: ‘Está todo bien’. Mi sistema es aumentar su confianza, darles motivación y mostrarles su potencial”, afirmó la voluntaria.

Tova Safranai y sus voluntarios de Free Love dan bocadillos y agua a los jóvenes sin hogar. Foto cortesía

“Me acerco a ellos y les digo que tienen mucho de bueno en ellos. Lo más importante es la absoluta confianza que mis voluntarios y yo tenemos en ellos”, agregó Safranai, que ya ayudó a muchos jóvenes a alejarse de las drogas, el alcoholismo y la prostitución.

La joven indicó que a algunos de ellos los han vuelto a poner en contacto con sus padres mientras que a otros se les ayudó a encontrar trabajo y volver a la escuela.

La crisis del COVID-19 fue especialmente dura para los jóvenes sin hogar. Durante la última cuarentena, los que vivían en las calles fueron desalojados por la policía. Safranai y sus voluntarios no podían salir por la ciudad a distribuir comida y ayudarlos así que se las arreglaban para llevar alimentos a un sitio conocido por los jóvenes.

La organización, financiada por donaciones privadas, planea expandirse a otras 20 ciudades y pueblos en todo Israel donde Safranai y sus voluntarios ven una necesidad. “La gente simplemente no se da cuenta de las dificultades que tienen los despojados. Es incómodo y desagradable. Nosotros, como sociedad, como pueblo, como personas con valores, tenemos que despertar”, concluyó.

Para más información, ponerse en contacto con Safranai por correo electrónico.