Cuando un devastador terremoto azotó Haití el 14 de agosto, Ben Katzir solo llevaba un mes en sus estudios de doctorado en desarrollo sostenible en la Universidad de Tel Aviv.

Tres días después, el hombre de 38 años viajaba desde Israel al país caribeño en un avión de JetBlue para servir como coordinador de emergencia de IsraAID. Con él viajaba también Dana Yaari , jefa de la misión de la ONG de ayuda humanitaria.

Cuando ocurren desastres de este tipo en cualquier parte del mundo, IsraAID y otras organizaciones israelíes se encuentran a menudo entre las primeros en responder. Y esta vez no fue diferente tras el terremoto que dejó a unos 684.000 haitianos con una necesidad urgente de artículos de socorro y apoyo psicosocial.

Sí, IsraAID y SmartAID estuvieron allí en poco tiempo.

Una iglesia católica en Baradères, Haití, destruida por el terremoto del 14 agosto de 2021. Foto: Ben Katzir

Cuando se enteró de la catástrofe, Katzir sintió que debía ser parte de la ayuda humanitaria. Ya había estado en Haití en 2010 junto al equipo de IsraAID tras el gran terremoto de ese año.
Las relaciones que forjó esa vez y luego le hicieron imposible mantenerse alejado de la angustia de la gente del país nuevamente devastado.

“Un mes antes del terremoto, uno de los niños con los que trabajé en 2010 me escribió: ‘Oiga, Sr. Ben, quiero que sepa que usted cambió mi vida. Me dio una razón para vivir’. Cuando sucedió la desgracia, incluso antes de escuchar la noticia, este mismo joven me llamó. Hoy quiere trabajar con nosotros y lo voy a movilizar de alguna manera”, indicó Katzir.

Falta de agua y luz

Katzir, Yaari y Joe Serkin, director de seguridad y protección de IsraAID -llegó unos días más tarde- aún evalúan en el terreno las necesidades en las áreas afectadas.
Lo más crítico es la falta de agua potable e higiene y los servicios psicosociales.

“Contamos con dos haitianos increíbles con los que ya hemos trabajado antes. Uno es un psicólogo clínico que dirigirá los servicios psicosociales. El otro es un agrónomo que dirigirá las instalaciones de Agua, Higiene y Saneamiento (WASH) de IsraAID”, contó el voluntario.

Ben Katzir con miembros de PRODEV Haití en Haití. Foto cortesía de IsraAID

Katzir explicó que la misión no está en Haití para tomar fotografías sino para medir la magnitud del desastre, distribuir a las personas en refugios, entregar kits de tratamiento de agua e higiene, y luces solares.

Junto a Yaari, los voluntarios llevaron a Haití unos 50 filtros de agua fabricados por NUFiltration de Israel para repartirlos entre las comunidades remotas afectadas por el terremoto.

Katzir y el equipo trabaja en coordinación con PRODEV Haití, una organización local que apoya a los maestros y escuelas haitianos, y con la Embajada de Israel en República Dominicana (que también cubre Haití) y el cónsul honorario de Israel en Puerto Príncipe.

En el siguiente video se ve a Katzir explicándoles en criollo fluido a los maestros y activistas comunitarios cómo instalar y operar los filtros.

“Hacemos pequeñas capacitaciones basadas en la comunidad para enseñarles cómo utilizar el equipo ellos mismos. Tenemos también una máquina más grande que llevamos de comunidad en comunidad para tratar el agua”, le contó Katzir a ISRAEL21c en Español en una conversación de WhatsApp con una notable mala conectividad.

Cada día es como un mes

Más de 2.200 personas murieron y unas 30.000 familias fueron desplazadas luego del terremoto. Viajando a diferentes áreas con socios locales para evaluar los daños y ver de qué manera ayudar, los miembros de IsraAID suelen encontrar situaciones desgarradoras.

“Las necesidades ya eran enormes y el terremoto empeoró todo. Hemos conocido a gente que perdió a sus seres queridos, entre ellos a una madre que aún no sabe dónde está su hijo y a un niño que tiene miedo de abandonar a su padre”, narró el voluntario.

Dana Yaari, jefa de la misión de IsraAID en Haití distribuye suministros. Foto cortesía de IsraAID

Para colmo, hubo sismos y luego una tormenta tropical que trajo fuertes vientos y aguaceros. El cuadro no dejó de empeorar.

“Los locales nos decían que por las lluvias que vinieron después del terremoto, los cadáveres fueron arrastrados al río y ahora no pueden beber el agua. Muchas personas dormían afuera, incluso si su casa no estaba totalmente destrozada porque tenían miedo de quedar atrapados dentro”, relató Katzir.

La fuerte lluvia obligó al equipo de IsraAID, temporalmente está instalado en un recinto escolar, a salir de las tiendas de campaña a las aulas vacías.
Se supone que las clases comenzarán el 6 de septiembre pero al cierre de este artículo Katzir no creía que eso fuera a ocurrir en las áreas afectadas porque muchos edificios escolares resultaron dañados.

Además, los deslizamientos de tierra hicieron que algunas de las instalaciones escolares a las que pretendían llegar en automóvil fueran inaccesibles.
En cambio, crearon puntos centrales de distribución en los cuales los maestros pueden conseguir suministros. “Ya perdí la cuenta de cuánto hace que estamos aquí porque cada día es como un mes. Hay mucho por hacer. Yo volveré pronto a Israel, pero otros continuarán con esta tarea”, indicó Katzir.

Dana Yaari inspecciona una casa destruida en el terremoto de agosto de 2021. Foto cortesía de IsraAID

Dar esperanza a la gente

Katzir tiene una amplia experiencia en la prestación de ayuda humanitaria.
Cuando en 2005 finalizó el servicio militar trabajó en Nepal, Malawi y Etiopía con varias organizaciones de ayuda en una variedad de trabajos.

“Después del terremoto de 2010, me uní a IsraAID y Tevel b’Tzedek sin saber nada sobre Haití. Allí les cambié la vida a algunas personas. Les di esperanza. Y luego volví a Israel y me convertí en un estudiante más en un salón de clases pero no podía esperar a volver y cuando terminé mi primer título (en agroecología, sanidad vegetal y biotecnología en la Universidad Hebrea) en 2012 regresé como agrónomo y me quedé once meses”, expresó.

En agosto de 2013, Katzir volvió a Etiopía durante más de un año para liderar un proyecto regional de desparasitación en nombre de la Fundación NALA, una ONG afiliada al Centro de Enfermedades Tropicales Emergentes y VIH de la Universidad Ben Gurion.
Luego obtuvo su maestría en ecología y biología evolutiva en la Universidad de Haifa.

“Amo mi conexión con la gente”

Hasta 2015, IsraAID tuvo personal israelí en Haití. Luego renovó su presencia entre 2016 y 2017.
Pero siempre hubo socios locales y residentes a los que capacitaron para continuar implementando lo que comenzaron los voluntarios llegados desde Israel. “Hubo críticas acerca del trabajo de muchas organizaciones que vinieron aquí en 2010. Se decía que no era sostenible. De ese modo, los proyectos que comenzaron fueron desapareciendo con los años”, indicó Katzir, que enfatizó en que IsraAID sigue comprometido de muchas formas diferentes ya que los profesionales y los grupos de jóvenes con los que trabaja aún están allí en Haití.

El hombre remarcó que en uno de sus primeros días en Haití reconoció al conductor del autobús que había trabajado con él entre 2012 y 2013. “Se trata de un cristiano muy religioso que habla algo de hebreo. Me encanta. Como hablo criollo, pude hacer conexiones con mucha gente local. Y amo mi conexión con la gente”, se explayó.

Un desastre tras otro

Mientras cursaba sus estudios de posgrado, Katzir trabajó como guía turístico en Eco Israel Tours durante siete años y su especialidad es África.

Hace tres años, intentó organizar una gira a Haití y a la vecina República Dominicana, pero no hubo suficientes inscriptos.

“Quiero volver aquí como guía turístico y no como trabajador humanitario. Es un país hermoso con gente, historia, cultura y comida increíbles. Pero están sufriendo un desastre tras otro”, dojo Katzir, que no se olvidó de mencionar a la pandemia de COVID-19 .

De acuerdo con el israelí, en Haití nadie habla de eso porque hay problemas más grandes y urgentes y señaló que, además de los funcionarios de las ONG y el personal de salud, la mayoría de las personas no usan barbijos.

Según cifras del 11 de agosto de la Embajada de EEUU en Haití, el país de poco más de once millones de habitantes tenía 20.477 casos activos de COVID-19 y 575 personas habían muerto por la enfermedad.

Hasta el 14 de julio, Haití era el único país de las Américas sin una sola dosis de ninguna vacuna contra el coronavirus. Al cierre de esta nota solo había sido vacunado entre el 3 y el 5 por ciento de la población.

“Estamos escuchando que en algunas zonas afectadas por el terremoto la gente tiene síntomas similares a los de la gripe. Esperamos que no sea COVID”, terminó Katzir.