¿Qué alimento tiene más probabilidades de elevar el nivel de azúcar en la sangre: sushi o helado?

Según un estudio hecho en Israel y publicado en la edición del 19 de noviembre de la revista Cell, la respuesta varía de una persona a otra.

Investigadores del Instituto Weizmann de Ciencia hicieron un seguimiento de forma continua de los niveles de sangre de 800 personas durante una semana y encontraron que la respuesta del cuerpo a todos las alimentos varía notablemente entre individuos.

El estudio, llamado Proyecto de Nutrición Personalizada, se llevó a cabo por equipos dirigidos por el profesor Eran Segal, del Departamento de Ciencia Computerizada y Matemáticas Aplicadas, y con la participación de Eran Elinav, del departamento de Inmunología.

“Decidimos enfocarnos en el azúcar en la sangre porque niveles altos suponen un riesgo mayor de diabetes, obesidad y síndrome metabólico”, explicó Segal.

El proyecto, que es el estudio más extenso hasta la fecha realizado en todo el mundo, incluyó análisis de microbios del sistema digestivo, lo que se conoce como microbioma. Se estima que estos juegan un papel importante en la salud humana y las enfermedades.

Los participantes en el estudio portaron pequeños monitores que medían continuamente los niveles de azúcar en sangre. Se les pidió que tomaran nota de todo lo que comían, así como de factores como sueño y actividad física. En total, los investigadores evaluaron la reacción de personas diferentes a más de 46.000 comidas.

El nivel de azúcar en la sangre de un gran número de participantes aumentó considerablemente cuando consumieron comidas altas en glucosa. En otros, el nivel aumentó notablemente después de comer pan blanco, pero no así con alimentos con glucosa.

Teniendo en cuenta estos múltiples factores, los científicos generaron un algoritmo para pronosticar las respuestas de cada individuo a lo que comieron según su estilo de vida, historial médico y la composición y función de su microbioma.

En un estudio de seguimiento con 100 voluntarios, el algoritmo pronosticó con éxito el aumento de azúcar en la sangre como reacción a diferentes comidas. Los mismos alimentos también afectaron de forma diferente los niveles de azúcar de una misma persona si, por ejemplo, el consumo estaba precedido de ejercicio físico o sueño.

“Las grandes diferencias que hemos encontrado en el aumento del azúcar en la sangre entre personas distintas que consumieron las mismas comidas muestra lo importante que es que cada una coma lo que crea que le va a ayudar a mantenerse saludable, haciendo caso omiso de recomendaciones de dietas universales”, dijo Segal.

Elinav añadió que el objetivo del estudio fue encontrar factores subyacentes en la respuesta de cada individuo a los alimentos de la glucosa en la sangre. “Usamos esa información para desarrollar recomendaciones alimenticias para cada individuo que puedan ayudar a prevenir y tratar la obesidad y la diabetes, que están entre las epidemias más severas en la historia humana”.

A los voluntarios en esta fase final del proyecto se les asignó una dieta personal “buena” (para mantener estable el azúcar en la sangre en niveles saludables) durante una semana y una “mala” (para inducir aumentos en los niveles de azúcar) durante otra semana. Todos consumieron el mismo volumen de calorías, pero determinadas comidas en las dietas “buenas” de algunos estaban en las “malas” de otros.

Después de una semana de dieta “buena”, los voluntarios experimentaron cambios consistentes en la composición microbiana del sistema digestivo, lo que sugiere que las dietas personalizadas influyen en el microbioma, además de jugar un papel importante en los niveles de azúcar en la sangre.

En la actualidad los investigadores están reclutando nuevos voluntarios en Israel para hacer un estudio de seguimiento de larga duración que se enfocará en gente con altos niveles de azúcar continuos y a riesgo de desarrollar diabetes, con el objetivo de prevenir o retrasar la aparición de esta enfermedad crónica.

En el estudio participaron los estudiantes de doctorado David Zeevi, Tal Korem y Daphna Rothschild, además de los investigadores asociados Adina Weinberger, del laboratorio de Segal, y el doctor Niv Zmora, del laboratorio de Elinav.

También colaboraron Orly Ben-Yacov, Dar Lador, la doctora Tali Avnit-Sagi, Maya Lotan-Pompan, Elad Matot, Gal Malka, Noa Kosower, Michal Rein y Rony Bikovsky, del laboratorio de Segal. Del laboratorio de Elinav participaron Jotham Suez, Jemal Ali Mahdi, Gili Zilberman-Schapira, Lenka Dohnalova y Meirav Pevsner-Fischer. El doctor David Israeli, del Centro para la Salud Mental de Jerusalén, y el profesor Zamir Halpern, del Centro Médico Sourasky de Tel Aviv, completan la nómina de investigadores.

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