En octubre de 2020 “David” (21) se sometió a una prueba de COVID-19 luego de sentir tos y una debilidad generalizada.

“A los pocos días del resultado positivo de la prueba, empecé a tener dolores de cabeza y mareos y me debilité todavía más. Y mi visión se volvió borrosa”, le contó David a ISRAEL21c.

Luego de pasar por la cuarentena obligatoria, los mismos síntomas continuaron y a ellos se sumaron dolores musculares, temblores y tics.
Debido a ello, David fue internado dos días en el hospital.

“Con el tiempo intenté volver a la vida cotidiana pero unas semanas después me di cuenta de que no sólo había perdido el tono muscular y el sentido del gusto. Tengo algunas cosas cognitivas como déficits de memoria a corto plazo. Algo más estaba pasando”, describió el joven.

Es que David sufre COVID prolongado, un síndrome que se cree que afecta a uno de cada tres pacientes con coronavirus por un período de hasta seis meses después de la recuperación de la infección viral inicial.

Unas diez semanas después del diagnóstico, David fue remitido a la nueva clínica de COVID prolongado en el Centro Médico Hadassah en Jerusalén.

Si bien sus síntomas se parecían a los de la esclerosis múltiple, todos los exámenes, incluidos radiografías de tórax, capacidad y función pulmonar, ecocardiograma, resonancia magnética cerebral, análisis de sangre y pruebas neurológicas, dieron resultados normales.

Más tarde fue derivado a la unidad de rehabilitación de COVID del centro médico para hacer terapia física y ocupacional.

“Mi sentido del gusto volvió luego de cuatro meses, incluso medio año después de la enfermedad aún tengo los otros síntomas. Mi neurólogo me dijo que aún no hay un tratamiento para el COVID prolongado ya que aún lo están estudiando. Los médicos están haciendo todo lo posible con lo que tienen a mano”, contó David.

Sufrimiento a largo plazo

En el último año y poco, el COVID surgió como un grave y preocupante problema de salud global.
En abril de 2021, un estudio con 230,000 pacientes que se recuperaron de COVID-19, halló que uno de cada tres (el 34 por ciento) sufren de un diagnóstico neurológico o psiquiátrico seis meses después de su enfermedad.

La investigación, publicada en la revista The Lancet Psychiatry, demostró que los pacientes con COVID-19 eran significativamente más propensos a desarrollar afecciones cerebrales que los que padecían otras infecciones del tracto respiratorio.

También en abril, otro estudio con 136 centros de investigación en 32 países incluido Israel, encontró un inquietante aumento en la incidencia de accidentes cerebrovasculares entre las personas jóvenes y sanas que padecen COVID-19.

El doctor Neville Berkman, director del Instituto Pulmonar de Hadassah y la clínica de COVID prolongado-19, afirmó que los síntomas a largo plazo de la enfermedad aparecieron en cerca de la mitad de las 4.500 personas hospitalizadas en Hadassah por coronavirus

Doctor Neville Berkman, director del Instituto Pulmonar de Hadassah y clínica COVID prolongado-19. Foto cortesía de Hadassah

En general, se divide a los pacientes con COVID de larga duración en dos grupos, aunque muchos caen en ninguna o en ambas categorías.

El primer grupo, con pacientes como David, experimenta síntomas que no se caracterizan o confirman fácilmente con pruebas objetivas. Ese grupo es referido para terapia física, ocupacional y, a veces, del habla, así como tratamiento psicológico si hay depresión o ansiedad involucradas.

Un caso extremo en el primer grupo fue el de una mujer de 30 años que aún padece dolor en el pecho, articulaciones y músculos a nueve meses de haberse recuperado de COVID-19.
“La mayoría de los pacientes se recuperan prácticamente por completo en seis meses”, indicó Berkman.

El segundo grupo tiene una clara evidencia de daño a los pulmones, corazón o sistema nervioso. Y los pacientes son remitidos a médicos en la disciplina apropiada.

Berkman tuvo a un paciente de 48 años en ese segundo grupo que había estado internado en la unidad de cuidados intensivos durante un mes del cual pasó dos semanas con un respirador.

“Cuando fue dado de alta, el hombre pasó a la sala de rehabilitación porque sus piernas estaban demasiado débiles para caminar. Luego de tres meses, aún le faltaba el aire y tenía las piernas hinchadas. Encontramos evidencia de coágulos de sangre que no estaban presentes cuando fue evaluado en la etapa inicial. A partir de eso, el paciente desarrolló insuficiencia cardíaca. Nosotros tratamos estas condiciones y ahora le está yendo muy bien seis meses después de haberse recuperado de la enfermedad”, explicó el especialista.

Efecto “terremoto”

Los médicos plantean la hipótesis de que el COVID prolongado puede ser causado por la reacción exagerada del sistema inmunológico, conocida como tormenta de citocinas.

El doctor Gabriel Izbicki, director del Instituto Pulmonar del Centro Médico Shaare Zedek de Jerusalén. Foto cortesía del Centro Médico Shaare Zedek

“Podemos comparar esto con un terremoto. El temblor de un cismo en sí dura unos segundos o minutos, pero cuando se produce hay mucho daño y sufrimiento por delante. Lo mismo ocurre con el COVID. En unos días, una prueba de PCR será negativa y el paciente tendrá anticuerpos pero aun así habrá mucho daño a raíz de la tormenta de citocinas”, dijo el doctor Gabriel Izbicki, director del Instituto Pulmonar del Centro Médico Shaare Zedek de Jerusalén.

Otro posible factor responsable es la severa inflamación y los problemas de coagulación sanguínea que causa el COVID-19. Algunos de estos síntomas son causados ​​por coágulos en los vasos sanguíneos más pequeños.

Estudios publicados tras las epidemias de SARS y MERS informaron algunos síntomas a largo plazo, lo que en junio de 2020 llevó a que Izbicki y su personal abrieran una clínica ambulatoria de COVID prolongado mientras aún trataban a pacientes activos.
Allí, Izbicki halló que la cantidad de problemas posteriores a la infección después de COVID era mucho mayor de lo imaginado.

El COVID prolongado es igual en todos lados

Tres y seis meses después de que se declararan oficialmente recuperados, cada paciente fue examinado en la clínica Shaare Zedek.

“Un trimestre después tenemos datos de 166 pacientes y encontramos buenas y malas noticias”, aseguró el doctor Izbicki.

Una de las malas noticias fue que el 94 por ciento de los pacientes recuperados de COVID seguían sintomáticos tres meses después.
Los antes enfermos informaron uno o más síntomas que iban desde la dificultad para respirar, el cansancio y un dolor en el pecho o los músculos hasta alteraciones del sueño y caída del cabello.

Incluso aquellos que solo habían tenido casos leves aún tenían síntomas tres meses después de haberse recuperado.
“De hecho, tenían más síntomas de los que tuvieron durante el ciclo de su enfermedad. Su situación médica empeoró”, explicó Izbicki.

Pero la buena noticia es que el 95 por ciento de los exámenes pulmonares, cardíacos y neurológicos realizados a esos pacientes dieron resultados normales a pesar de sus síntomas.

“Seis meses después seguimos sin poder terminar de revisar todo pero aquellos que sí revisamos encontraron que se sienten mucho mejor después de un semestre. Por otro lado, no estar bien durante tres a seis meses es malo: muchas personas no pudieron volver a trabajar o estudiar”, manifestó Izbicki, que está en contacto con colegas en su Suiza natal y en EEUU, donde hizo becas de investigación para estudiar el daño pulmonar en bomberos.

En esa línea, Izbicki indicó que la situación de COVID es mucho mejor en Israel que en esos países pero que el estado de COVID prolongado es el mismo en todas partes. “Se ve a muchas personas oficialmente recuperadas que son sintomáticas durante semanas o meses”, añadió.

Buscar más respuestas

El doctor Yitzhak Levy, director del Instituto de Enfermedades Infecciosas del Centro Médico Sheba y de la clínica de COVID prolongado. Foto cortesía de Sheba

“Aún no comprendemos por qué esto se da en algunos pacientes y en otros no. Y todavía no conocemos los factores de riesgo de ser un enfermo de COVID prolongado”, dijo el doctor Yitzhak Levy, director del Instituto de Enfermedades Infecciosas del Centro Médico Sheba.

Levy y su personal trataron a 300 pacientes en la clínica de COVID prolongado que abrió en mayo de 2020.
En paralelo, el equipo investiga la calidad de vida y los efectos neurocognitivos, incluida la influencia de COVID-19 en el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

“A veces, solo basta escuchar y explicarle al paciente que esto es normal y que con el tiempo desaparecerá. Esto puede ser suficiente. Pero en otras ocasiones se precisa una amplia gama de especialistas para comprender y controlar los síntomas del paciente”, le dijo Levy a ISRAEL21c.

Por su parte, Berkman afirmó que hay muchos estudios clínicos que intentan encontrar remedios para tratar los síntomas prolongados de COVID o halar biomarcadores que puedan predecir qué pacientes desarrollarán el síndrome.

A su vez, Izbicki encontró que los pacientes pueden acelerar su recuperación con ejercicio diario y una dieta balanceada baja en azúcar y grasas.
Para él, aquellos que fumaban antes de su diagnóstico tienen un peor pronóstico.

“Un mensaje importante para transmitir es que incluso las personas jóvenes, fuertes y previamente sanas no deben asumir que es trivial contagiarse de COVID-19. Incluso si la enfermedad es leve, el COVID prolongado puede ser muy significativo”, advirtió Izbicki.