«Awesome» (impresionante, en inglés) es una de las expresiones favoritas de la activista ambiental nigeriano-israelí Sharona Shnayder. Y eso fue lo que dijo cuando le comenté que podíamos encontrarnos para almorzar en uno de sus cafés favoritos en Tel Aviv a una cuadra de su oficina.

La cafetería está preparada para salir en Instagram y Shnayder, con su suéter negro y trenzas increíblemente largas y coloridas, encaja a la perfección.
Se trata de una sesión de fotos que está esperando a suceder. De hecho, es una política lo que ella espera que ocurra.

“Estoy enfocada en la política porque sin leyes nada puede cambiar”, afirmó dijo Shnayder, de 21 años, que emigró a Israel en mayo pasado.
La joven es cofundadora y directora ejecutivo de Tuesday for Trash (Martes por la basura) , un movimiento ambiental global que alienta a la gente a dedicar al menos un día a la semana a recoger desperdicios.

Sharona Shnayder tira basura que recogió en una calle de Tel Aviv. Foto: Diana Bletter

La idea surgió en mayo de 2020 durante uno de los aislamientos forzados por la pandemia de COVID-19 cuando Shnayder estaba inquieta por salir de su habitación en la Universidad Estatal de Portland, EEUU, para “hacer algo”.

Con máscaras y guantes, y junto a su amiga, Wanda McNealy, comenzaron a recoger basura en las calles. Lo hicieron la semana siguiente y luego la otra y así la iniciativa se convirtió en lo que es hoy (en poco más de un año creció y ya tiene presencia en 23 países).

Desde que llegó a Israel, la joven se empapó de la cultura local y participó de muchas de actividades ambientales como hablar en escuelas secundarias y manifestaciones y plantar semillas para su futuro político.

Como el apocalipsis

Shnayder nació en Lagos, Nigeria, hija de madre nigeriana y padre israelí. Cuando tenía ocho años se mudó con su padre a Tualatin, un pequeño suburbio de Portland, Oregon, donde creció.

Sharona Shnayder limpia una playa. Foto: Kseniia Poliak. Maquillaje/Paula Fay. Estilo: Lilya Kubrick

Mientras estudiaba contabilidad en la universidad vio a la joven sueca Greta Thunberg hablar en la ONU. “Yo también era buena en eso pero me di cuenta de que no quiero pasar mi vida haciendo cálculos si no va a haber un planeta. Aunque parezca un cliché, es cierto”, afirmó.

A Shnayder no le hizo falta mirar muy lejos para ver los desastrosos  efectos del cambio climático. En Oregon, los incendios forestales causaban estragos.
“Miraba el cielo rojo y todo el humo y casi se sentía como si estuviéramos en un apocalipsis. La temperatura esta de casi 47 grados, más caluroso que el Sahara. Las líneas de cable se derretían y sudar ni siquiera era saludable porque el cuerpo no puede regular y es posible asfixiarnos. Respirar al aire libre durante una hora equivalía a fumar un paquete de cigarrillos”, contó. Y lo hizo antes de siquiera mirar el menú del café.

Tras de decidir qué quería pedir, la activista habló sobre su nuevo puesto en Albo Climate: “Es como el trabajo de mis sueños. Se trata de una startup de alta tecnología que usa imágenes satelitales y A1 para mapear y monitorear la secuestro de carbono”.

Luego, hizo una pausa y respiró hondo. Y continuó: “Es una forma de sacar el carbono del aire y devolverlo al suelo. Nuestra empresa trabaja con proyectos en África que operan la gestión de bosques y la agricultura regenerativa”.

Le pregunté cómo consiguió el trabajo. “Como todo lo que funciona en Israel, a través de un grupo de WhatsApp”, respondió.

Un movimiento estratégico

Antes de emigrar, Shnayder nunca había estado en Israel y cuando estaba en la universidad se involucró con la Unión de Estudiantes Judíos. “Fueron muy divertidos y me hicieron sentir muy bienvenida”, relató.

Si bien su padre es israelí, fue en sus estudios universitarios cuando empezó a explorar sus raíces judías.
En 2020 viajó a Israel en un viaje de Birthright el año pasado y luego continuó con un programa de Masa trabajando como pasante en UBQ Materials, una empresa que promueve el reciclaje y la gestión de residuos.

Y decidió quedarse en Israel. “Fue un movimiento estratégico para mí”, dijo ya sin sonar como una alegre graduada universitaria sino más bien como la directora ejecutiva de sí misma.

“Lo sé, pienso demasiado en todo… Pero en Oregon tenía miedo. Pensaba ‘¿cómo voy a vivir? ¿qué hago para sobrevivir?’”, recordó. Y razonó lo que muchos, que en Israel es donde está ocurriendo la innovación.
“Si podemos convencer a las personas de que se preocupen, este país puede ser un líder mundial para establecer estándares para una sociedad sustentable. Tenemos la capacidad de implementar un cambio generalizado”, vaticinó.

Por qué importa

Al tiempo de haber llegado, 7 dio forma a su iniciativa de los martes y a organizar limpiezas semanales en Tel Aviv.

Sharona Shnayder y amigos limpian la playa uno de los “martes por la basura”. Foto cortesía de Sharona Shnayder

El 3 de diciembre, su ONG participó en el Día Nacional de Limpieza de Playas. Pero la activista espera organizar limpiezas interculturales en Tel Aviv y Yafo con HaBayit (El Hogar), que patrocina diálogos israelo-palestinos y “limpiar la basura del odio”.

“Sé que mucha gente pregunta, ‘¿por qué importa eso?’ Porque hay muchísima basura. Pero si miles de millones de personas en todo el mundo recogen una pieza, estaremos hablado de 7.000 mil millones de piezas”, analizó.

Para ella, la concientización es un aspecto importante. “Nos hace pensar que el mundo se volverá un vertedero. Pero, ¿quién es responsable de la basura? Esta es una herramienta educativa. Es una puerta de entrada a la acción”, manifestó Shnayder.

En una reciente charla en una escuela secundaria en Zijron Ya’akov, Shnayder les explicó a los estudiantes lo que podían hacer. “Ellos pueden ser muy malcriados pero se mostraron cautivados porque mucha gente no sabe cómo puede ayudar”, dijo.

El problema del plástico

Sharona Shnayder almuerza en Citizen Garden de Tel Aviv. Foto: Diana Bletter

Después de tomar una de su plato cuando llegó a nuestra mesa -“Se ve tan bien que no quiero comerlo”-, la joven se animó cuando canción particular comenzó a sonar de fondo en el café.

“Amo este tema, ¡es Milky Chance! Es el primer concierto al que fui. Ellos intentan realizar conciertos sustentables sin usar botellas de agua”, expresó con emoción.

De inmediato comió algo y continuó: “El reciclaje permite que las personas se sientan mejor al comprar productos de plástico. Pero la mayoría de los fabricantes no compran plástico reciclado. Es mucho más simple comprar plástico virgen”, explicó.

Shnayder también remarcó que la mayoría de las compañías no están dispuestas a hacer el cambio “y nuestros gobiernos les permiten seguir ganando dinero. Por mucho que me encantaría pensar que a las empresas les importa y que serían éticas, esto en realidad no es así”.

Para la joven, Israel necesita leyes que “responsabilicen a las grandes empresas productoras de la contaminación plástica que se está creando aquí”. Y aseguró que le gustaría que el gobierno implemente incentivos y subsidie ​​materiales ecológicos que puedan sustituir al plástico además de brindar beneficios fiscales por utilizar fuentes de energía renovables en lugar de combustibles fósiles.

Ningún lugar es seguro

Si bien es aún una recién llegada, Shnayder fue una de las oradoras en una manifestación del 25 de octubre con Extinction Rebellion y otros activistas ambientales fuera de la residencia del presidente israelí Isaac Herzog cuando la delegación israelí ante la Cumbre COP 26 en Glasgow, Escocia, se reunió con el presidente.

En ese sentido, la joven dijo que siente de alguna manera que ella y otros activistas ambientales renunciaron a su infancia para obligar a los gobiernos a hacer cambios: “No me encanta despertarme y pensar en estos temas, quisiera en su lugar seguir mis sueños y vivir mi vida pero si seguimos adelante como siempre, durante los próximos siete años no vamos a sobrevivir”, reconoció.

Una reunión Tuesday for Trash en Tel Aviv. Foto cortesía de Sharona Shnayder

La activista remarcó cómo los incendios forestales se están volviendo más intensos y el aumento del nivel del mar acelerado de forma veloz. “Para 2050 tendremos 200 millones de refugiados climáticos. Es ineludible. No hay ningún lugar que sea seguro”, dijo.

Shnayder expresó que le gustaría que en Israel haya un sistema educativo “más sólido” respecto al cambio climático y al medio ambiente para que “nuestra sociedad pueda estar equipada con el conocimiento y la comprensión de cómo trabajar hacia un futuro sustentable. Estamos en una batalla generacional para determinar la habitabilidad de nuestro futuro en este planeta”

Este sitio al que llamamos hogar

Cuando no está con un “pensamiento estratégico” en su mente a Shnayder le gusta pasar tiempo en el Parque Nacional de Israel en Ramat Gan, un suburbio de Tel Aviv en el que vive.

“Simplemente me siento ahí y estoy en ese espacio, donde hay mucha agua y árboles. Es genial estar tan quieta y ser parte de la naturaleza…”, definió.
Para Shnayder, los valores judíos deberían llevar a los israelíes a “tomar medidas tangibles para cuidar de su hogar”.

 “Al igual que el Shabat para el alma, el martes podría ser el día dedicado a la sustentabilidad”

A partir de enero de 2022, cada viaje de Birthright que llegue a Israel puede incluir a Tuesday for Trash en su itinerario. “Podría ser influyente y tener un impacto como parte de su estilo de vida de cuidar el medio ambiente y amar a su comunidad. Al igual que Shabat para el alma, el martes podría ser el día dedicado a la sustentabilidad”, imaginó.

¿Siempre hablas en tono sensacionalista?, le pregunté.

“Bueno, escribo mucho sobre estos temas así que soy buena en ellos. Solo tengo que aprender hebreo para transmitir bien el mensaje”, dijo.

Por estos días, Shnayder está en un ulpan, un curso de aprendizaje acelerado de hebreo, para poder ingresar a la política. Es que la joven ve al aprendizaje del idioma como un obstáculo más, un desafío menor respecto a la tarea de ayudar a salvar el planeta.

“¿Te sientes un poco como Chicken Little, como que el cielo se te cae encima?”, le pregunté.

“Hay algo llamado fatalismo climático que afecta a los activistas ambientales. Es fácil mantener una mentalidad de negativismo. Es que al final del día, si no enfrentamos la realidad y no hacemos pequeños cambios entonces estamos va a morir”, manifestó

Luego, hizo una pausa antes de continuar: “Básicamente estoy tratando de pedirle a la gente que me deje vivir. Me gustaría ser parte de este sitio al que llamo hogar”.

En diciembre, Shnayder planea visitar a su madre en Nigeria y que ella ya le dio una lista de lo que debería traer.

¿Cómo qué?, le pregunté.

Ella sonrió y me dijo: “Nutella y Bamba”.