Tirarse de un avión a 4.300 metros de altura no es algo que uno haga sin una cuidadosa consideración. O tal vez eso es exactamente lo que uno hace porque de lo contrario, ¿cómo dormiría la noche previa o la semana anterior al salto?

Recientemente, mi familia y yo hicimos paracaidismo en Paradive, el centro de paracaidismo en la playa de HaBonim al norte de Zijron Yaakov. Cuatro de nosotros saltamos para celebrar el 30 cumpleaños de nuestro hijo pero también fue una aventura tardía para mí.

La página web de Paradive enumera todo lo que podría salir mal: fracturas de huesos, dislocaciones de articulaciones, cortes, heridas y tímpanos rotos, entre otros males.
Por suerte nadie ha muerto nunca luego de saltar con Paradive (en el mundo la estadística es una muerte por cada 750.000 saltos).

Suponía que sería algo reconfortante aunque mientras estaba sentado en el borde del avión con  mis piernas colgando por la puerta abierta mirando hacia el abismo, una sensación de paz y tranquilidad fue la última emoción que me embargó.
Estaba aterrorizado y dudaba de por qué estaba allí.

Ziv Kochva, guía de paracaidismo en Paradive y su director ejecutivo, tenía una respuesta lista. “Cualquiera que no se lanza en paracaídas una vez en su vida se lo pierde. El miedo se convierte en alegría y nada se puede comparar con eso”, me dijo.

Paradive es uno de los cuatro principales centros de paracaidismo de Israel.
Abrió hace más de dos décadas y ya organizó unos 450.000 saltos.
La instalación funciona como una fábrica: el viernes que saltamos, había cientos de buscadores de emociones en el lugar.

Un instructor de Paradive le muestra al grupo de Brian Blum cómo colocar sus extremidades durante la caída libre y el aterrizaje. Foto: Merav Blum

Primero, está la película obligatoria para que el corazón se acelere. Luego hay que completar todos los formularios que brindan una última oportunidad de retirarse (y quitarle la responsabilidad a Paradive).

Después de haber pagado, el que va a saltar conoce a su instructor, se pone su equipo, incluido un casco y gafas, y practica cómo sostener los brazos y las piernas durante la caída libre y el aterrizaje. Se recomienda usar pantalones largos y zapatos cerrados porque ¡puede hacer frío a 4.300 metros!

Paracaidistas en Paradive rumbo al avión. Foto: Merav Blum

Salto en tándem

Aquella no era la primera vez que saltaba de un avión.
Hace unos 40 años fui a hacer paracaidismo en California pero en ese entonces, uno se tiraba solo, conectado al avión por una correa que, después de siete segundos de caída rápida, abría el paracaídas.

De izquierda a derecha: Amir Blum, Aviv Blum, Brian Blum y Gabe Skop en Paradive. Foto: Merav Blum

En la actualidad, casi todo el paracaidismo para los novatos se hace en tándem.
El instructor está literalmente atado a la espalda del principiante y tira de la cuerda.

La caída libre no es de siete segundos sino de un minuto completo antes de que se abra el paracaídas.

En Israel, los instructores en tándem deben realizar entre 1.000 y 1.500 saltos antes de ser certificados.

Mi instructor, el amable Arad Ben David, sacó un reloj de altitud mientras caíamos en picada hacia el suelo. Ahí vi que caímos 2.750 metros -casi tres kilómetros-, en 60 segundos a una velocidad de 193 kilómetros por hora.

Cuando hice paracaidismo de joven, en los días previos a los tándems, tuve que empujarme fuera del avión.

– ¡Salto!, ordenó el miembro del personal en el avión.

-¡No!, grité a todo pulmón.

– Tienes que saltar ahora o no pasarás del objetivo.

Mientras transitaba el proceso de negación me empujaron sin ceremonias.

Con un tándem, nada de eso ocurre: Arad estaba a cargo de todo.
Igualmente, los primeros segundos son terriblemente desorientadores.

Creo que nos dimos la vuelta unas cuantas veces. El ruido del viento es intenso y puede resultar difícil respirar a esa velocidad y altitud.

Un toque en el hombro

Unos diez segundos después de la caída, Arad me tocó una vez en el hombro. Esa fue la señal para abrir mis brazos como un pájaro.
Arqueé la espalda, como me dijeron que hiciera durante la preparación en tierra, y contemplé la vista. Supongo que todo ese año yoga en pandemia dio sus frutos.

Lo que se ve es simplemente increíble: la costa mediterránea, los bañistas en la playa de HaBonim…
En un día despejado se puede ver todo el camino hasta el Líbano, hasta el monte Hermón y, a veces, incluso hasta Siria.

La realidad es que, más allá de los primeros segundos aterradores, donde realmente se siente la caída, no se experimenta la gravedad durante el resto de la caída libre. Y cuando finalmente se abre el paracaídas, es casi una decepción porque baja mucho la velocidad.

Nuestro aterrizaje fue perfecto. Durante mi experiencia juvenil de paracaidismo, habíamos practicado rodar cuando golpeamos el suelo pero me acerqué demasiado rápido y me dejé caer directamente sobre mi trasero, dándole un golpe a mi columna que duró algunas semanas dolorosas.

Esta vez, sostuve mis piernas en el aire y Arad aterrizó de pie mientras yo estaba esencialmente en su regazo. No sentí nada.

Brian Blum entrena para un aterrizaje con el instructor en tándem Arad Ben David. Foto: Merav Blum

El paraíso del paracaidismo

Israel es un paraíso para el paracaidismo.

Todo comienza con los soldados de las unidades de paracaidistas que, al ser liberados del ejército, quieren seguir saltando.

La Asociación Israelí de Paracaidismo enfatiza en que Israel es conocido por tener las regulaciones de paracaidismo más estrictas del mundo.

Brian Blum, radiante después de su paracaidismo en tándem en Paradive. Foto: Merav Blum

Para saltar hay que ser mayor de 12 años mientras que la edad máxima es 70. Si el interesado tiene más de 65 años, necesitará una nota del médico.

Paradive y todos los centros de paracaidismo en Israel ofrecen un paquete de fotografía que es casi tan caro como el salto en sí.
Un segundo paracaidista se lanza al mismo tiempo para tomar imágenes increíbles.

“Todo el mundo sueña con volar”, afirma la página web de Paradive.

La actividad no es barata, cuesta casi 1.500 shekels por persona (alrededor de USD 460).
Se puede abaratar por un par de cientos de shekels y 20 segundos si solo se sube a 3.660 metros. Recibimos un descuento del 25 por ciento por el cumpleaños.

¿Lo volvería a hacer? Inmediatamente.

Fue la cosa más emocionante y petrificante que he hecho en mi vida, incluso más aterrador que volar dentro de un avión comercial en medio de una pandemia.

Paradive toma estrictas precauciones de seguridad contra el COVID-19: todos tuvimos que usar nuestras máscaras antes del salto.

Estos  hay algunos otros centros de paracaidismo en Israel:

Hazanhaniyh

Es la única otra instalación de paracaidismo ubicada a lo largo del Mediterráneo, cerca del kibutz Shomrat al norte de Haifa. Los precios comienzan en 790 shekels (USD 245) por 3.350 metros con un descuento del 50 por ciento por un segundo salto.
Sitar Gur, uno de los instructores de Hazanhaniyh , afirmó que un promedio de tres parejas a la semana se comprometen mientras practican paracaidismo.

GoJump

Esta empresa ofrece emociones extremas sobre el Mar Muerto con los imponentes acantilados de Masada como telón de fondo. No se llegas tan alto en el aire como con Paradive o Hazanhaniyh porque el Mar Muerto es el punto más bajo del mundo. Con 45.000 saltos en tándem a sus espaldas y precios razonables -850 shekels (260 dólares) por una caída libre de 50 segundos-, GoJump hace del Mar Muerto un lugar especial. Es propiedad del grupo Hazanhaniyh.

SkyKef

El avión en SkyKef es un poco diferente a los demás: en lugar de empujar una puerta lateral mientras uno está sentado, hay que saltar corriendo hacia un gran espacio abierto en la parte trasera del avión. SkyKef está cerca de Beersheva y ofrece vistas del enorme desierto de Néguev. Los precios comienzan en 899 shekels (USD 277) por 3.050 metros y una caída de 50 segundos.

Volar sin saltar

Dos empresas en Israel ofrecen opciones que son menos extremas pero igualmente son divertidas.

Extreme Israel

La especialidad de Extreme Israel son los “vuelos en paracaídas propulsados”, una combinación de un avión deportivo ultraligero con auto, motor, ventilador y ruedas, con un paracaídas en la parte superior. Es más parecido al parapente que a la intensidad de una caída total en paracaídas clásico. El vehículo despega del suelo en lugar de un avión.

“El trabajo es bastante lento. Esto lo convierte en el más seguro de los vehículos aéreos”, le dijo Sharon Baram, fundadora de la compañía, a ISRAEL21c.
Generalmente, Baram despega del área de Netanya pero puede hacer arreglos para volar sobre algunos de los sitios patrimoniales más famosos de Israel. Es apto para mayores de seis años.

Flybox

Ni siquiera se necesita un paracaídas para volar con Flybox en Rishon LeZion. Los participantes reciben un chorro de aire en un “túnel de viento vertical” interior que les permite levitar en una caja de vidrio sellada. Esta opción está disponible para mayores de cuatro años y es más barata que la oferta real: solo 289 shekels (USD 90) por dos vuelos de 120 segundos.