El 23 de mayo pasado cuando Danielle Wolfson se acercó a la cima del Monte Everest su tanque de oxígeno estaba casi vacío.

A una altitud tan elevada y con temperaturas tan bajas, la mujer sabía que podía sentarse a esperar una muerte rápida. De hecho ya había pasado por encima de los cuerpos de escaladores anteriores que habían hecho exactamente eso.

Sin embargo, dos cosas salvaron a esta abogada de 43 años de Israel: el COVID y la “jutzpá“.

“Los israelíes somos algo agresivos pero muy creativos”, le dijo Wolfson a ISRAEL21c en Español luego de convertirse en la primera mujer de Israel en alcanzar la cima del pico más alto del mundo (8.849 metros).

Al llegar, desplegó una bandera israelí.

Danielle Wolfson en el Monte Everest, mayo de 2021. Foto cortesía de Danielle Wolfson

La mujer sabía que otras tres expediciones se habían visto obligadas a retroceder debido a contagios de COVID-19 y también estaba al tanto que los guías locales escondían tanques de oxígeno arriba para anticiparse a la necesidad.

De ese modo, Wolfson miró a su alrededor y encontró un tanque de oxígeno marcado para uno de los grupos que nunca llegó. Si no fuera por su rápida reacción, su hijo de 22 años habría leído el testamento que la mujer preparó antes de partir a Nepal en lugar de celebrar su asombroso logro.

“Toda persona que escala el Everest tiene que entender que puede morir”, afirmó mujer aventurera.

Pero, ¿qué fue lo que la motivó a convertirse en la quinta persona de Israel en alcanzar la cima de la montaña más alta del mundo?

“Quería el título”

“Diez años atrás tuve un accidente de esquí en Bulgaria y me rompí la pierna derecha. Luego de la operación, los médicos me dijeron que nunca más volvería a caminar sin ayuda. Yo era una mujer joven con mucha motivación y me dije a mí mismo que le mostraría a todos mi fortaleza. ‘Escalaré el Everest’, me dije a mí misma”., expresó.

Para Wolfson, cumplir ese ambicioso objetivo le demandó una década de trabajo arduo, mucho tiempo y dinero.

Primero, se unió a un grupo de corredores dirigido por Daniel Keren, que en 2009 alcanzó a la cima del Everest.

“Él me inspiró y me introdujo en el montañismo. Y la primera vez que estuve en Nepal fue con él”, dijo Wolfson, que conoció a muchas mujeres montañistas de Israel pero que los alpinistas profesionales eran todos hombres.

Eso la fortaleció en su determinación de escalar el Everest.

Danielle Wolfson contempla el monte Everest. Foto cortesía de Danielle Wolfson

“Mientras avanzaba y subía más, veía que no tenía competencia. Y, claro está, quería ser la primera mujer israelí en conseguirlo. Quería el título y mostrarles a otras mujeres que era posible”, indicó la arriesgada abogada.

Wolfson aprendió junto a Keren y los otros cuatro hombres israelíes que habían llegado a la cima del Everest: Doron Erel, Gedaliah Shtirmer, Dudu Yifrah y Micha Yaniv.

Durante su entrenamiento, la mujer escaló picos como el monte Kilimanjaro en Tanzania, el pico más alto de África (5.895 metros), y el monte Elbrús en Rusia, el más elevado de Europa (5.642 metros). Y cada logro la acercó más a su sueño.

Ondear la bandera azul y blanca

En todas sus expediciones, Wolfson lleva una bandera israelí y se enorgullece de ondearla al finalizar de cada meta.

Danielle Wolfson ondea la bandera israelí en la cima del Monte Everest, mayo de 2021. Foto cortesía de Danielle Wolfson

“Nadie me pidió que lo hiciera. Nadie patrocina mis expediciones. Solo soy una ciudadana israelí que ama a su país “, explicó.

El hecho de no contar con un patrocinador significa que Wolfson asume ella misma altos costos financieros porque además de los gastos de cursos y capacitación, una expedición al Monte Everest cuesta cerca de 212.000 shekels (USD 65.000).

Solo para conseguir un permiso de escalada del gobierno de Nepal hay que pagar unos 49.000 shekels (USD 15.000).

Esa aventura fue exponencialmente más cara que otras escaladas que hizo la mujer. En enero, tuvo que desembolsar sólo 13.000 shekels (USD 4.000) para la expedición de al volcán Ojos del Salado de Chile, el más alto del mundo en su tipo.

“Vale la pena porque el mayor sueño de todo escalador es el Monte Everest. Estoy feliz y orgullosa de ser la primera mujer de Israel en llegar a la cima”, publicó Wolfson en Facebook luego de su expedición de 45 días con el Club de las Siete Cumbres de Rusia.

“No sonreí”

Sin embargo, Wolfson le contó a ISRAEL21c en Español que en la cumbre más alta del mundo sintió una profunda tristeza: “No estaba feliz. Estuve allí unos 20 o 25 minutos y ni siquiera sonreí”.

Los escaladores que suben al Everest se enfrentan a graves peligros. Foto: Danielle Wolfson

Y la tristeza tuvo su origen: el hecho de haber encontrado los cuerpos de tantos escaladores muertos en su camino hacia la cima.
Wolfson sabía que a 50 metros del pico iba a pasar por encima de cadáveres que yacían congelados con su equipamiento de escalada. Pero experimentarlo era otra cosa.

“Me arrodillé en la cima del mundo pero en mi mente pensaba en cómo bajar sin ser un cuerpo más en esa montaña”, relató.

Unas 300 personas murieron mientras escalaban el Everest y los cuerpos de unos 100 montañistas que cayeron a más de 8.000 metros no se pueden retirar.
Sabiendo esto, Wolfson acordó en su testamento que su hijo no haría ningún esfuerzo para recuperar su cuerpo si ella no lograba su objetivo.

Cuando se le empezó a acabar el oxígeno, la mujer supo que solo podía confiar en su propio ingenio. “Después de subir 8.000 metros estamos en modo supervivientes y no nos preocupamos por nadie más. Yo sabía que nadie me ayudaría y yo tampoco ayudaría a nadie. Tenía que cuidarme sola. Incluso si hubiera ofrecido un millón de dólares, nadie me habría dado oxígeno”, narró.

La cumbre del monte Everest. Foto: Danielle Wolfson

Esa situación es la razón por la que el alpinista israelí Nadav Ben-Yehuda recibió el reconocimiento internacional por renunciar a su propia búsqueda para salvar a un escalador turco que yacía inconsciente en la nieve a apenas 300 metros de la cima del Everest.

El próximo desafío

Luego de la histórica hazaña, Wolfson pasó una semana en Katmandú para recuperarse.

Danielle Wolfson en el campamento base del Monte Everest. Foto cortesía de Danielle Wolfson

“El primer día me sentí muy débil. Solo dormía y comía. Ahora ya me siento bien. Incluso hice mi primera carrera hace unos días”, le dijo la montañista a ISRAEL21c en Español.

Wolfson reconoció que el hecho de haber alcanzado el “techo del mundo” no la hizo terminar con el montañismo. De hecho, en diciembre tendrá lugar su próxima gran expedición.
Será al macizo Vinson de la Antártida de 4.892 metros y luego cruzará el Polo Sur.

La mujer relató que continúa con su práctica de la abogacía, que se especializa en la regulación de los juegos en línea y que sus clientes se encuentran en Malta y Chipre.

“Todo mi trabajo es en línea. Si bien no es sencillo combinar todo, no puedo sentarme todo el día en una oficina. También quiero otras cosas que me gustan”, aseguró.

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Posted by ynet on Wednesday, May 26, 2021