Fueron dos horas y media minutos de una situación inusual en Israel.

Ciro Martínez, uno de los artistas de rock más populares de la Argentina, comandó a su banda Los Persas para ofrecer un show cargado de una gran emotividad para el mayormente público de origen argentino que el 15 de noviembre llenó el club Barby de Tel Aviv.

¿Qué fue lo inusual esa noche? ¿Qué hizo la diferencia?

Consagrado como líder de su anterior banda Los Piojos y reconfirmado como figura en Ciro y los Persas, desde hace 25 años Martínez y sus grupos llenan estadios de fútbol con decenas de miles de fanáticos que cantan antes, durante y después de cada presentación.

Si bien tocaron a sala llena, por la capacidad de Barby, la asistencia no superaba el millar de personas. Y eso es lo que fue extraordinario.

Una gran parte del público que asistió sólo conoce a Martínez como la estrella exitosa que toca en los enormes campos de juego, por lo que tenerlo a una distancia tan cercana como un metro (o hasta diez como máximo) fue la posibilidad de intimar con el ídolo, chocar con él las manos, ver los gestos de los músicos y emocionarse sin pantallas de por medio.

“Me gustó el lugar, es un club buenísimo para ver bandas. Hoy un pibe -un joven, en jerga argentina- me dijo que había sido increíble vernos tan de cerca y yo le respondí que mi sueño era ver a los Rolling Stones en un lugar así”, le contó Ciro a ISRAEL21c en Español luego de deambular tres horas por Tel Aviv subido a un monopatín eléctrico.

Quizás a Martínez este tipo de show le recuerde sus inicios con Los Piojos a fines de los años 80 donde músicos y público eran una criatura en crecimiento.

La noche del martes 15 se trató de un intercambio de nostalgias. De un presente nutrido de éxitos cimentados en himnos vigentes más de 30 años de vida y un público que no olvida sus raíces musicales donde quiera que esté.

Para Ciro y sus músicos –“terminamos todos muy felices y con ganas de seguir tocando”- el disfrute general, la “muy buena onda” y el respeto estuvieron presentes de principio a fin.

“Estoy sorprendido por la respuesta de la gente, fue un show muy caliente. Y lo que más me sorprendió es la cantidad de sonrisas que vi”, destacó Ciro.

El músico dijo que en los recitales de los Persas en la Argentina puede haber gente “muy excitada, con alguna carga agresiva”, y que a veces hasta puede surgir alguna pelea por “cierta energía medio densa con la que se necesita sacar afuera  angustias o frustraciones”.

En Tel Aviv, de eso, ni noticias

Una apuesta internacional

Si se tiene en cuenta que en Israel hay menos de 100.000 argentinos -entre los emigrados y los que participan de planes de estudio y turismo-, la apuesta de cautivar a un porcentaje de esa cantidad con un show de rock es, por lo menos, arriesgada.

Sin embargo, hay productoras audaces como Yellow Brick que se animó al desafío y logró extrapolar un fenómeno clásicamente rioplatense a una noche israelí de antología.

Jonathan Lipitz, el productor responsable de presentar a Ciro y los Persas en Israel, le dijo a ISRAEL21c en Español que fue una velada increíble con un ambiente diferente.
Y no descartó que próximamente contacte a otros artistas sudamericanos para traerlos al país o que se dé una segunda vuelta de la banda que ayer marcó un hito comunitario.

La lista inmejorable

“Desde lejos no se ve, Desde lejos no se ve, arriba, arriba, arriba, que se te va la vida, el día, el día”

La banda abrió el show con “Desde lejos no se ve” de Los Piojos en un guiño a la audiencia. Por la distancia y los sentimientos en juego, por la vieja patria y el presente en Oriente Medio.

Desde allí, todo fue calor y baile con temas intercalados de Persas y Piojos: Banda de garage, Taxi boy, Vas a bailar, Canción de cuna y ¡Juira! fueron las primeras canciones.

Luego, Ciro anunció un homenaje al “mas grande guitarrista de blues” y tocó El Viejo del rockero argentino Pappo para después dar paso a Tan Solo, uno de los mayores himnos “piojosos”.

La primera parte terminó con Antes y Después del disco debut de Ciro y los Persas, Espejos” de 2010.

En una especia de intervalo íntimo, el guitarrista Juan Gigena Ábalos tocó lo que la banda llama “Chaca-Loop”.

Sólo con su guitarra, Ábalos hizo una chacarera a la que le sumó efectos con los que, en algún modo, acercó a la gente a ese género telúrico poco emparentado con el rock.

La segunda seguidilla de temas empezó con Me gusta y siguió con Verano del 92, otra de las canciones clásicas de Los Piojos que todos saben.

Una vez más, la banda intercaló canciones: Caminando, Como Ali, Mírenla y Maradó, con la que se desató la pasión.

“Tenemos al mejor jugador del mundo y al mejor jugador de la historia”, dijo Martínez. Y antes de tocar Maradó, un tema homenaje a Diego Armando Maradona compuesto en 1996, incluso antes del retiro del astro, hubo un momento especial.

A cinco días del comienzo de la Copa del Mundo, Ciro Martínez ejecutó con su armónica una parte del Himno Nacional Argentino.

Ese fue uno de los picos más altos de la noche ya que desató el clima futbolero reinante, la ilusión de que la Argentina alce nuevamente el trofeo mundial y la fecha cercana al segundo aniversario de la muerte de Maradona (25 de noviembre de 2020).

Le siguieron Pistolas, Servidor, Insisto, Genius y un medley -popurrí—que incluyo un set indestructible de éxitos tatuados en el alma de los argentinos: El Farolito, El Balneario de los Doctores Crotos y Muévelo

Antes de irse, Ciro y los Persas cerraron con Astros, el hit de la banda que acaba de cumplir diez años y que desde entonces se instaló como un nuevo himno para sus seguidores.

Los agradecimientos, la voz unísona del final, las lágrimas y la adrenalina fueron los encargados de coronar una jornada peculiar, inolvidable e irrepetible.

Salvo que se cumpla el deseo público de Martínez: “Qué lastima que no vinimos antes… A lo mejor el año que viene volvemos”.