En los centros oncológicos, la primera jornada del tratamiento de radioterapia contra el cáncer comienza dentro de una máquina simuladora donde el paciente permanece inmovilizado por 45 minutos mientras láseres y escaneos de imágenes identifican las áreas afectadas.

Desde su escritorio al lado del simulador, el oncólogo Ben Corn siente la ansiedad reinante en la sala de espera y comprende que los pacientes tienen miedo de entrar y someterse a la terapia porque mucha gente asocia la radiación con el hecho de causar cáncer -ejemplos sobran con en Hiroshima y Chernóbil- en vez de tratarlo.

Además, el especialista sabe que la unidad de oncología radioterápica puede causar estrés y ansiedad a los enfermos, sus familias y también a los trabajadores médicos.

Es por ello que se decidió abordar ese problema. En ese sentido, Corn le dijo a ISRAEL21c en Español: “Estoy muy interesado en las dimensiones emocionales y psicológicas del cáncer, tanto en términos de consecuencias para los pacientes y sus cuidadores como para mejorar el potencial de las terapias que tengo disponibles como oncólogo”.

Para profundizar en eso, Corn se unió al experimentado neurocientífico Amir Amedi, director del Instituto Baruch Ivcher para el cerebro, la cognición y la tecnología de la Universidad Reichman.

Donde nadie quiere estar

Amedi y su equipo desarrollan dispositivos multisensoriales para infundir una sensación de bienestar en las zonas de espera y tratamiento del Centro de Radioterapia que pronto serpa abierto en el Centro Médico Shaare Zedek de Jerusalén (y que Corn dirigirá).

El profesor Amir Amedi, fundador del Instituto Baruch Ivcher para el Cerebro, la Cognición y la Tecnología en el Centro de Innovación de la Universidad Reichman. Foto: Gilad Kavalerchik

Entre esos dispositivos se destacan los siguientes:

  • Exóticas gafas 3D para resonancias magnéticas que sumergen al paciente en una película entretenida o en un entorno virtual relajante.
  • Sillas y mesas de tratamiento que ofrecen con sensaciones táctiles y auditivas para aliviar el dolor y desviar la atención del ambiente estresante.
  • Sensores de respiración con retroalimentación visual para alentar a hacer respiraciones más profundas y lentas que fomenten sentimientos de control y calma, e incluso mejoren la eficacia de la imagenología y la radioterapia.
  • Experiencias auditivas relajantes creadas.

Corn explicó que hay pacientes que no pueden pasar por la simulación porque tienen mucho miedo. Por eso, él cree que estas soluciones pueden aliviar el estrés.

En ese sentido, añadió que el procedimiento puede que nunca sea agradable pero al menos sí podría ser tolerable.

Doctor Ben Corn. Foto cortesía de Life’s Door

Si bien la música o los videos en el simulador pueden reducir el estrés y la ansiedad -sobre todo en los niños, Corn buscaba mucho más que eso: cierta vez leyó un artículo sobre las innovadoras tecnologías multisensoriales de Amedi y comprendió de inmediato lo que necesitaba.

“Me encantó la indiferencia por los límites que vi en su trabajo. Ahora, en lugar de confiar solo en la vista, la música o las sensaciones táctiles -algo que nadie consideraba- ya podemos comenzar a combinar los tres”, remarcó Corn, que indicó que se puso en contacto con Amedi para decirle que sus soluciones tenían que llegar a la medicina contra el cáncer.

El Centro Oncológico Shaare Zedek, que será inaugurado en el verano, será el campo de pruebas. “La medicina sin datos es vudú. Yo pretendo hacer cosas que no solo suenen bien sino que estén probadas, y parte de la diversión es el recorrido de probar todo esto en el contexto de los tests clínicos”, manifestó.

“Ruedas de entrenamiento”

En una charla con ISRAEL21c en Español, Amedi afirmó que siente que todo lo que hizo con su laboratorio está preparando a su equipo para el proyecto con Corn.

“Durante la pandemia empezamos a trabajar en la reprogramación de los sentidos y la combinación con señales sensoriales del cuerpo para reducir el estrés y la ansiedad. Fue por ello -y para ello- que construí una sala multisensorial sofisticada”, reveló.

Parte del personal del laboratorio de Amir Amedi en la sala multisensorial del Instituto Baruch Ivcher para el cerebro, la cognición y la tecnología. Foto cortesía del Centro de Innovación de la Universidad Reichman

Su laboratorio creó versiones mejoradas de meditación de atención plena, meditación de exploración corporal y técnica de entrenamiento de atención (ATT).

“Si cualquiera practica alguna de estas técnicas durante unos minutos todos los días, esto funciona bien pero si las personas ya están muy estresadas, sus síntomas empeoran. En ese sentido, necesitan ‘ruedas de entrenamiento’ y eso es lo que tratamos de ofrecerles”, detalló.

Amber Maimon, directora del laboratorio académico de Amedi, trabaja en estas tecnologías para sus estudios de postdoctorado sobre el vínculo bidireccional entre la salud física y mental.

Consultada por este medio, Maimon relató: “Queremos crear un entorno multisensorial en el que, en el momento en que un paciente entra, se sienta envuelto en relajación”.

El foco principal del proyecto son los pacientes infantiles.

“Estas tecnologías pueden captar su atención y sacarlos de la ‘burbuja oscura’ del tratamiento. Definitivamente, todo lo que estamos haciendo nunca se hizo antes. Algunas de las experiencias, como la meditación de escaneo corporal y ATT, fueron probadas y validadas pero nuestra implementación y tecnología son totalmente novedosas. La investigación en neurociencia del profesor Amedi en sí misma es novedosa”, explicó Maimon.

La esperanza cura

Amedi también estaba intrigado por la investigación de Corn sobre la “teoría de la esperanza”, desarrollada en 1989 por el profesor Rick Snyder de la Universidad de Kansas como una vía para mejorar las tasas de recuperación y longevidad de los pacientes con cáncer.

Para Corn, la esperanza no es lo mismo que el optimismo o las ilusiones. Se trata, más bien, de una percepción de lo que es posible.

“La esperanza es un concepto muy activo y nadie la necesita más que el paciente con cáncer y aquellos que lo rodean. De forma sistemática, hemos llevado ese concepto al ámbito clínico”, dijo.
Esto fue realizado a través de Life’s Door, una organización de Israel que fundó con su esposa la terapeuta familiar Dvora Corn para enseñarles estrategias a los profesionales de la salud para que ayuden a los pacientes a hallar esperanza, significado y bienestar durante la enfermedad.

Corn enumeró tres condiciones que permiten que la esperanza prospere: elegir una meta significativa y plausible; un camino para llegar a esa meta mientras se reconoce que habrá obstáculos mientras se anda el camino; y la motivación para emprender ese camino.

“En el universo de la medicina del cáncer, alguien podría tener la meta de curar su condición. La vía podría ser el tratamiento con radiación pero el obstáculo es la ansiedad de estar expuesto a la radiación. En ese sentido, se podría encontrar una solución a través de la tecnología de Amedi. Y si podemos moderar la ansiedad, se desatará el tercer componente: la motivación”, describió.

A su turno, Amedi vio el potencial para promover la esperanza con la estimulación de los sentidos, especialmente desde la perspectiva de los niños que se enfrentan a ese aterrador simulador.

“Hacemos estudios de imágenes para comprender por qué el cuerpo es tan susceptible a sentir ansiedad. Mi filosofía es observar la organización y plasticidad del cerebro para inspirar nuevas tecnologías”, dijo Amedi, que junto a Corn obtuvieron una beca de investigación de la firma israelí de capital de riesgo Joy Ventures así como el apoyo de Siemens, fabricante de simuladores de radioterapia.

En otro orden, la Fundación Helmsley financia la adquisición de último modelo de simulador para el centro de radioterapia.

“Hoy es posible hacer muchas acciones inteligentes con él pero aún existe el problema de la claustrofobia relacionada con la resonancia magnética. Cuando se suma este problema al estigma de la radiación, es todo un desafío. Creo que con Amir Amedi podemos solucionar ambos temas”, aseguró Corn.

El equipo de resonancia magnética en el laboratorio de Amir Amedi. Foto cortesía del Centro de Imágenes Cerebrales Ruth y Meir Rosental de la Universidad Reichman.

Un ambiente de esperanza

Las tecnologías multisensoriales se van a usar no exclusivamente en el simulador -el espacio más estresante para el paciente- sino también en las salas de tratamiento.

“Alguien que está muy nervioso por recibir radioterapia puede realmente pasarse. Por eso tenemos dispositivos de inmovilización para asegurarnos de que no se mueva pero incluso los movimientos pequeños pueden ser un problema porque siempre queremos apuntar al tumor y no al tejido circundante. Si el paciente se mueve aunque sea unos milímetros, eso puede generar desequilibrio”, explicó Corn.

El especialista indicó que conocer al paciente, pedirle que le diga qué lo hace sentir bien -caminar en la playa, sentir el aroma del bosque después de la lluvia u hornear pan- es posible crear ese ambiente deseado de forma virtual como parte de la receta para el buen tratamiento.

“Creo que esto hará que los pacientes se sientan menos estresados y nerviosos, y más cooperativos. Se sentirán empoderados porque nos ayudarán a ayudarlos y recuperarán una sensación de control”, expresó.

Representación arquitectónica del nuevo centro, cortesía del Centro Médico Shaare Zedek

 

Corn y Amedi pretenden que ese “ambiente de esperanza” se extienda a los miembros del personal.

“Entre los profesionales de la salud dedicados a la oncología hay mucho agotamiento e incluso ideas suicidas. La idea de Amedi es ayudarlos a lidiar con el estrés y reflexionar activamente sobre la esperanza y cómo llegar allí con la ayuda de estas tecnologías. Nadie lo hace ni está cerca de hacerlo, y nosotros queremos documentar nuestros resultados en la literatura médica para la crítica de colegas porque creemos que esto puede cambiar las reglas del juego”, dijo Corn.

En otra línea, dos centros de investigación en los Emiratos Árabes Unidos expresaron su interés en desarrollar un proyecto similar. Así, Corn y Amedi pidieron una subvención del gobierno de EEUU para facilitar el desarrollo.

“Si podemos utilizar la tecnología de Amedi para optimizar la medicina contra el cáncer ampliaremos nuestra caja de herramientas con conceptos que no se enseñan en la facultad de medicina”, finalizó Corn.