La moringa y la cúrcuma no son cultivos muy famosas en Israel pero gracias a que se producen en el kibutz Shlujot en el norte del país ya comenzaron a llegar al mercado local y a darse a conocer por sus propiedades sanadoras.

Durante los últimos nueve meses, estas plantas fueron cultivadas por adultos con necesidades especiales como parte de su trabajo en la ONG Shai Asher que les brinda una experiencia laboral importantes que los lanza a tener una vida más independiente e integrada.

En Israel, las personas con necesidades especiales van a la escuela hasta los 21 años y luego pueden empezar a trabajar. El problema es que muchos graduados no encuentran empleo o pasan sus días en trabajos inadecuados.

“En el país, el 75 por ciento de las personas con necesidades especiales están desempleadas. Además, el 25 por ciento restante puede estar haciendo tareas inapropiadas”, afirmó Menajem Stolpner, fundador y director de Shai Asher.

Nacido en EEUU, en 1996 el trabajador social Stolpner emigró a Israel con su familia y se instaló en Shlujot, un kibutz perteneciente al movimiento religioso.

El trabajador social Menachem Stolpner inspecciona los cultivos en Kibutz Shlujot en el norte de Israel. Foto cortesía de Shai Asher

“Mi lema es tratar de hallar una experiencia laboral significativa para personas con necesidades especiales. Por ello, decidí crear un ambiente terapéutico. Es un trabajo y se les paga, vienen todos los días a un entorno terapéutico que es un equilibrio entre la enseñanza y la tarea de hacer que se vuelvan más independientes, pero sabiendo que hay una red de seguridad”, describió Stolpner.

En la actualidad hay ocho personas que trabajan en el jardín de Shai Asher. Algunas tienen enfermedades mentales, otras son autistas y hay otras clasificadas con discapacidades del desarrollo.
La ONG ya sumó cerca de 60 alumnos, algunos de los cuales fueron hallando empleo en otros lugares.

“El objetivo es que puedan decirme: ‘Menajem, estoy listo y quiero un trabajo afuera’. Trato de ayudarlos a que se conviertan en trabajadores que cuando vayan a trabajar el empleador los reconozca como capacitados”, explicó el trabajador social.

Las pequeñas cosas

Stolpner trabaja con los participantes del programa en la interacción grupal, siguiendo instrucciones, relaciones positivas, llegando a tiempo y asegurándose de que duerman lo suficiente la noche anterior al trabajo.

“Todas esas pequeñas cosas que das por sentado, ellos las tienen que aprender y tomarlas para sí mismos”, dijo Stolpner.

Participantes del programa trabajan en la huerta del kibutz Shluhot. Foto cortesía

La ONG se fundó hace ocho años en memoria de Milton (Asher) Marks III, un amigo de Stolpner, y comenzó con un zoológico de mascotas terapéutico en el kibutz antes de pasar a la jardinería. La cúrcuma y la moringa son nuevas incorporaciones.

“Tenemos un vivero de plantas y un edificio que hemos creado para trabajar adentro., y también tenemos un huerto. En el último año empezamos a concentrarnos en plantas específicas para cultivar con la esperanza de que esas cosas fueran comercializables”, manifestó Stolpner.

En ese sentido, la cúrcuma y la moringa fueron elegidas por varias razones. “Eran cosas que pudimos aprender sobre su crecimiento porque se necesita mucho tiempo para hacerlas crecer y es todo un proceso. Además de eso, son muy saludables. Y no son tan comúnmente conocidas aquí en Israel. No se conocen sus usos y beneficios”, señaló.

Cúrcuma que crece en el kibutz Shluhot. Foto cortesía de Shai Asher

La cúrcuma, la más conocida de las dos, es una planta cuyos tallos de raíz se pueden usar frescos o hervidos en agua, secados y molidos hasta obtener un polvo amarillo. Además de ser la base del curry, la cúrcuma también se utiliza en la medicina tradicional por sus propiedades antioxidantes y antiinflamatorias.

La moringa es una planta cuyas hojas y vainas se utilizan en la medicina tradicional por sus propiedades antiinflamatorias, antibacterianas y antifúngicas. También se consume en forma de polvo.

Menachem Stolpner y los participantes del programa junto a un árbol de moringa. Foto cortesía

Salvo en el primer confinamiento de la primavera pasada, Stolpner y sus compañeros jardineros trabajaron fuerte durante la crisis del COVID-19. Esto fue posible porque el trabajo se realiza en el exterior y no viola las normas.

Stolpner ya mira hacia el futuro. Este año se le unió un voluntario de tiempo completo, un jubilado local, pero por lo demás sigue siendo el único empleado de la ONG. “Tenemos muchos planes futuros. Hay cosas que necesitamos para trabajar de manera más eficiente y mejor. Por eso estamos construyendo una terraza como primer paso y le colocaremos una pérgola”, detalló.

En cuanto a los nuevos cultivos exóticos de Shai Asher, por ahora es solo el comienzo. “Recién estamos empezando. la cúrcuma no estará lista hasta dentro de un mes para la cosecha. Mientras tanto, cultivamos, cosechamos y procesamos lo que tenemos. Si Dios quiere, podremos comercializar los productos”, expresó Stolpner.